Page 181 - MITOS GRIEGOS e historiografía antigua
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           Cartago Nova: su generosidad con cuantos le habían seguido, entregando a
           los soldados sus raciones y prometiéndoles otras muchas ventajas, le granjeó
           gran aprecio e hizo nacer entre sus tropas grandes esperanzas.
              Al comienzo del verano marchó nuevamente contra los vacceos, apode­
           rándose de Helmantika al primer intento y tomando igualmente por la fuerza
           Arbucala, ciudad que por su magnitud y valor de sus habitantes le costó un
           gran esfuerzo conquistar. A su regreso se vio envuelto de pronto en un grave
           peligro, pues los carpetanos, casi el pueblo más poderoso de cuantos había en
           aquellos parajes, cayeron sobre él; las poblaciones vecinas, alentadas princi­
           palmente por  los  olcades  fugitivos  y por  los  que  se  habían  salvado  de
           Helmantika, se les habían unido. Si se hubieran visto los cartagineses obliga­
           dos a combatir contra ellos en batalla ordenada, sin duda habrían perecido,
           pero Aníbal se fue retirando cautelosamente y, poniendo como obstáculo el
           Tajo, afrontó el peligro de cruzar el río y, sirviéndose de éste como auxiliar, así
           como de los elefantes que disponía en número de 40, le salió todo tal como lo
           había proyectado. En efecto, los bárbaros acometieron la travesía del río por
           muchos puntos, ya que los elefantes estaban dispuestos a lo largo de él y los
           aplastaban según llegaban; muchos perecieron además en el río a manos de la
           caballería que aguantaba mejor la corriente y tenía la ventaja de luchar desde
           los caballos. Finalmente Aníbal pasó de nuevo al otro lado y, cayendo sobre
           los bárbaros,  ahuyentó a más de  10.000;  con posterioridad a esta derrota
           ningún pueblo de esta parte del Ebro se atrevió a hacer frente a los cartagineses,
           excepto Sagunto (ΠΙ,  13,5).

        La bravura de los hispanos es puesta de manifiesto por Polibio en
     varios pasajes. La victoria romana sobre los pueblos ibéricos es tanto
     más meritoria cuanto más aguerridos son los soldados contra los que
     luchan:

              Guerra de fuego es denominada la que los romanos llevaron a cabo contra
           los celtíberos; extraordinaria fue la naturaleza de esta guerra, así como el ca­
           rácter ininterrumpido de sus enfrentamientos, pues las guerras de Grecia y
           Asia suelen terminarlas siempre en un solo combate, raras veces dos, y las
           mismas batallas suelen decidirse a un solo momento, el del primer choque y el
           encuentro de las fuerzas. En esta guerra, sin embargo, sucedió todo lo contra­
           rio, pues la mayor parte de los combates los terminaba la noche y los hombres
           resistían con pleno ánimo sin que sus cuerpos cedieran a la fatiga, sino que,
           desistiendo de la retirada, renovaban la lucha con mayor ímpetu, como si
           estuvieran arrepentidos. De esta forma, apenas el invierno logró suspender
           esta guerra y la serie continuada de sus batallas; realmente si alguien tiene
           interés en imaginarse una guerra de fuego, que no piense en otro conflicto
           bélico distinto a éste (XXXV, 3).
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