Page 268 - MITOS GRIEGOS e historiografía antigua
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En el cuadro, el efecto visual de velocidad lo aportan los caballos,
con las patas delanteras elevadas y los cuellos tensos y algo levantados.
La anatomía de los animales contrasta con la figura de Eros, cuyo cuer
po en pie forma un ángulo de 90 grados con el plano horizontal marca
do por el lomo de los caballos. Las alas extendidas a ambos lados de los
hombros se muestran paralelas al fondo del plato -no perpendiculares
a éste-, perdiéndose así el efecto de velocidad que produciría la visión
de unas alas batidas por el viento. Este efecto o defecto puede deberse,
simplemente, a la falta de espacio: el artesano broncista, al pegar dema
siado la espalda de Eros a la superficie lisa del plato, se ve imposibilita
do de situar sus alas perpendiculares. Pero es importante que, aún care
ciendo de espacio, de volumen, el artista no prescindiera del detalle de
las alas, ni de ese aparentemente insignificante adorno que Eros lleva
en el pelo. Por ellos sabemos que el muchacho no es un humano mor
tal, sino una divinidad.
La redondez de los ojos de Eros está producida por la pérdida del
esmalte o de la pintura que daba color y vida al joven, y orientaba su
mirada, y nos transmite, como hoy se ve, cierta sensación de sorpresa, y
el gesto avizor de búsqueda o de contacto con un punto lejano hacia el
que marchan.
Para mí, un aspecto fundamental es que estas figuras en movimien
to queden rodeadas (originalmente) por un círculo completo, rematado
en su borde por una circunferencia gruesa o ribete labiado. Efectiva
mente, la primera sensación que tiene el observador es que Eros y sus
caballos surgen de un espacio oculto, del otro lado del plato, como
abandonando un mundo, ya desconocido, e invadiendo otro espacio.
Me interesa destacar que ese nuevo espacio visual que invade la
composición es aéreo. Las alas de la divinidad y la flexión de las patas
delanteras de los animales, cuyos cascos rebasan incluso la circunfe
rencia del plato, son detalles que nos indican que la carrera de Eros es
un viaje en el espacio, un viaje celeste.
Este bronce, cuya cronología se puede situar entre los siglos I a.C. y
I d.C., es, a mi juicio, una pieza excepcional para la historia iconográfica
del Eros o Cupido romano.