Page 121 - Lo Inevitable del Amor
P. 121

que nos vamos a ir allí a vivir.
        —¿Los cuatro? —se entusiasma Carla.
        —¿También viene papi? —le acompaña Julia.
        —¡No! Papi no.
        No dicen nada, pero creo que antes de contarles lo de la casa lo mejor es que
      empiece por lo de Óscar.
        —Ya sabéis que las personas mayores, aunque nos queramos mucho, a veces
      nos enfadamos.
        —¿Entonces os habéis separado del todo? —me pregunta Julia.
        —Sí, como los padres de Patri —contesta Carla antes que yo.
        —Y como los de Lauri y Ana —recuerda Julia.
        —¿Los padres de todas esas niñas están separados? —me sorprendo.
        —Sí, pero los de Patri y Lauri se llevan bien —comenta Julia.
        —Pero los de Ana son como vosotros —aclara su hermana.
        —¿Como nosotros? ¿Qué queréis decir?
        —Pues que no se hablan —sentencian las dos casi al tiempo.
        No  me  atrevo  a  decir  nada  porque  no  sé  qué  decir.  Apenas  han  tocado  la
      comida y casi no me atrevo ni a reprochárselo.
        —¿Qué pasa? ¿Que no os gusta?
        —¡Está asqueroso!
        —¿Ni la ensalada de algas?
        —¡Buag! —dice riendo una, que contagia a la otra.
        —¿Qué queréis comer?
        —Yo una hamburguesa.
        —Y yo espaguetis con carne.
        —Pues vamos.
        Pido la cuenta, que es, como siempre en este restaurante, una desproporción.
      Me ha costado caro venir a comer con las niñas a un sitio donde sólo quería venir
      a comer yo. Ellas ni querían vestirse así ni querían venir aquí. Me doy cuenta de
      las muchas veces que no me he dado cuenta de hacer cosas así.
        Durante  el  trayecto  en  el  coche  casi  no  hablo.  Les  he  puesto  su  música,
      grupos de éstos para preadolescentes que hay en los canales infantiles con sus
      ídolos, en la edad del pavo, a los que yo no conozco y que ellas imitan en gestos y
      peinados. Las dos se saben las letras de todas las canciones y cantan al unísono
      con  mucha  precisión.  Ni  una  palabra  se  les  va.  Mirándolas  por  el  retrovisor,
      entiendo que ellas tienen ya su mundo, que rara vez coincide con el mío y que
      esto será cada vez más así. Se saben las letras de unas canciones que yo jamás
      he escuchado y que, además, siendo sincera, me espantan.
        Entramos en el Vips y sólo con ver la carta entiendo que era aquí el primer
      sitio donde deberíamos haber venido. El Shami no es para niños. Ahora que lo
      pienso, jamás he visto a ningún niño allí. Carla pide una hamburguesa, Julia sus
   116   117   118   119   120   121   122   123   124   125   126