Page 44 - Lo Inevitable del Amor
P. 44

Hay  muertes  que  vienen  bien.  Me  horroriza  pensar  eso,  pero  llevo  días
      haciéndolo. Si no es por la herencia de Gene, creo que esa deuda habría llevado a
      Puente a la quiebra. En el fondo, todo ha sido una casualidad, otra más, la última
      de mi vida. Qué voy a esperar si mi vida entera ha sido una casualidad desde que
      vine al mundo en el asiento trasero de un Dodge.

      Eugenio está en Madrid. Hemos hablado mucho por teléfono, casi a diario, pero
      no nos hemos visto en todo este tiempo. Está guapo, la verdad.
        —Con todo lo que ha pasado estos días, ha habido momentos —le digo— en
      los que te he echado de menos.
        Se  lo  reconozco  abiertamente  mientras  brindamos  en  esta  cena  en  la  que
      volvemos a vernos después de muchas semanas.
        —Te noto rara, María —me confiesa.
        —Un poco. Todo esto me ha afectado mucho.
        —¿Has hablado ya con tu madre?
        —No  mucho.  Quiero  que  se  dé  cuenta  de  lo  enfadada  que  estoy.  Se  ha
      justificado diciéndome  que  quería  habérmelo contado,  pero  que  Gene  le pidió
      que no lo hiciera hasta que pasara algún tiempo.
        —¿Y a qué estaba esperando?
        —Al parecer, quería conocerme sin que yo supiera que él era mi padre.
        —Le debiste de gustar para que te haya dejado esa pasta en su testamento.
        —Y ya ves para lo único que ha servido. Para pagar esa maldita deuda.
        —María, no puedo creerme que no supieras que Óscar había comprado esos
      terrenos.
        —Ya sabes que es él el que toma esas decisiones.
        —Pero siempre te las ha consultado, ¿no?
        —Sí, pero esta vez no lo hizo.
        —Me parece bien —insiste— que Óscar tenga poderes tuyos para comprar y
      vender, pero qué menos que consultarte algo así.
        —¡Venga! —interrumpo su discurso—. Cambiemos de tema. Quiero que esta
      noche hablemos de otras cosas. ¿Sabes que estás muy guapo?
        —Muchas gracias, tú también.
        —¿Qué tal Valencia?
        —Pues Valencia muy bonita, como siempre. Con su calidad de vida y su mar
      y esas cosas.
        —¿Y esa ironía?
        —Joder, María, no se puede cambiar de tema cuando algo no te gusta. Hay
      que afrontar las cosas.
        —Es que esta noche no quiero pensar en problemas.
        —Tú no quieres pensar en problemas ni esta noche ni nunca.
   39   40   41   42   43   44   45   46   47   48   49