Page 58 - Lo Inevitable del Amor
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acordado, es que tiene una plaquita con su nombre encima de la mesa—, que la
niña se ha quedado con la psicóloga mientras nosotros hablamos.
—De todas formas, me gustaría verla —insisto.
—La niña está bien —me tranquiliza la directora.
—¿Tú la has visto? —le pregunto a Óscar.
—No —me contesta—. Yo también acabo de llegar.
—Su hija Carla —nos dice la directora— ha estado a punto esta mañana de
provocar una tragedia.
—¿Pero qué está diciendo? —me alarmo.
—La otra niña afortunadamente está bien, pero creo que sus padres les van a
poner una denuncia.
—¿Qué ha sucedido? —pregunta Óscar, desesperado.
Doña Vicenta nos cuenta que Carla ha empujado a una niña delante de un
autobús de la ruta justo cuando había arrancado después de dejarlas en el
colegio. Por suerte, el conductor estaba atento, pudo frenar a tiempo y el golpe a
la niña no ha sido demasiado fuerte. Tiene una brecha en la cabeza y un
hematoma en el brazo, pero podría haber sido algo irremediable.
—Deben ustedes tomar medidas —continúa la directora— y tienen que
hacerlo pronto.
—Hablaremos con ella, desde luego —dice Óscar.
—Con ella y con Julia —corrige doña Vicenta—. Los informes psicológicos
de las dos son preocupantes.
Yo, en este momento, no sé a qué se refiere. Miro a Óscar, que tampoco
parece saber de qué informes está hablando la directora. Pronto nos saca de
dudas.
—Llevamos varias semanas intentando hablar con ustedes para dárselos, pero
no ha sido posible.
En ese instante me acuerdo de que el otro día escuché un mensaje en el
contestador de alguien del colegio, pero creía que no era importante.
Naturalmente, no lo confieso.
—El caso es que son dos niñas muy conflictivas —continúa—, con una
permanente demanda de atención y tienen peleas constantes con el resto de
alumnos.
—No puede ser. ¿Mis hijas? —pregunta Óscar, incrédulo.
—La última fue ayer mismo. Carla pegó a una niña en el patio y su hermano
la defendió pegándole un puñetazo en el ojo.
—Ella me dijo que se había golpeado con una columna.
—¿Y usted la creyó?
—Es que en casa no son así —me derrumbo.
—Todavía son muy pequeñas —nos tranquiliza—, pero creo que mañana
mismo deberían tener una reunión con el psicólogo del centro. Si quiere, la