Page 93 - Lo Inevitable del Amor
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—¿Y eso por qué?
        —La crisis. Está todo fatal con la puta crisis.
        —¿También en la tele?
        —Como en todos los sitios. Yo llevaba un montón de años en la productora. Y
      ahora a la calle.
        —¿Y cómo estás? —la pregunta de Eugenio es absurda.
        —Con miedo —la respuesta de Clara me conmueve—, porque no sé qué va a
      pasar. Tengo tres hijos, mi ex no trabaja, y yo tengo una hipoteca, los colegios…
        —Siempre puedes encontrar otra productora —intento animarla.
        —Es posible, pero tengo casi cuarenta años y tal y como están las cosas es
      más barato contratar a una de veinte que cobra la mitad y que no tiene que faltar
      porque tiene que llevar a los niños al pediatra.
        —Bueno, ahora tienes el paro.
        —De momento sí, algo es algo. Mañana iré a por los papeles.
        Escucho a Clara y a su realidad tan alejada de la mía y no sé por qué la
      siento cercana. Me gusta esta chica, no puedo evitarlo a pesar de que esté con
      Eugenio. Es imposible que Clara no te guste. Llevaba razón Eugenio, es alguien
      muy especial.
        —¿Sabes lo que vamos a hacer? —le dice Eugenio.
        —¿El qué? —responde Clara.
        —¿Tienes con quién dejar a los niños una semana?
        —¿Una semana? —se sorprende—. Pues podría hablar con mi madre para
      que se quede con María. María es la pequeña, se llama como mi hermana —me
      informa—. Y llamar a Luisma, Luisma es mi ex —me sigue poniendo al día—,
      para que se quede con Mateo y con Pablo, que son los mayores, pero…
        —Pero nada, está decidido —se entusiasma Eugenio—. Te vienes conmigo a
      Nueva York. Yo te invito.
        —¡No! —dice Clara.
        —¡No! —digo yo, que se me escapa.
        —Ojalá —continúa Clara—, pero no puedo desaparecer de aquí. Y menos
      ahora…
        Si soy sincera, me alegro mucho de que Clara no pueda ir. Es posible que sea
      verdad que le he pedido a Eugenio que se vaya a Nueva York, entre otras cosas,
      para separarse unos días de Clara. Me siento un poco mal por eso, pero no puedo
      evitarlo.
        —¡Qué lástima! —dice Eugenio.
        —¡Qué lástima! —repito yo.
        —Aunque,  en  realidad  —Clara  pone  tono  de  ver  alguna  posibilidad—,  yo
      nunca he estado en Nueva York y…
        La duda de Clara me está poniendo nerviosa.
        —No hay mucho que ver allí —digo sin pensar.
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