Page 88 - Lo Inevitable del Amor
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hay que  tratarlas  porque  si  no, inevitablemente,  lo  acabarán  desarrollando.  Le
      pregunto por qué les pasa eso y me responde que no hay una sola causa, que las
      pautas  del  comportamiento  humano  no  pueden  resumirse  en  una  sola  causa-
      efecto.  Lo  dice,  como  los  argentinos  dicen  las  cosas,  con  ese  acento  que  te
      convence de lo que no entiendes.
        Me recomienda que pase a verle con más tiempo para hablar de las niñas y
      de  mi  relación  con  ellas.  Saca  una  agenda  y  fijamos  una  hora.  Tenemos  un
      hueco  pasado  mañana,  así  que  fijamos  nuestra  cita  para  las  doce.  Me  da  paz
      Rosario, me dan ganas de seguir hablando con él, pero ahora les toca a las niñas.
      Yo las esperaré tomando un café. Llevo días con ganas de hacer una llamada, así
      que voy a aprovechar.
        Quiero hablar con Blanca Ríos. Quiero preguntarle algo.
        —¡Diga!
        —¡Hola Blanca, soy María Puente!
        —Hola, María —me saluda con sorpresa.
        —Tengo ganas de preguntarte algo desde la última vez que hablamos.
        —Ya te dije que en aquel artículo no había nada personal, que simplemente
      era una valoración de tu trabajo.
        —No, si ya me acuerdo. No quiero hablar del artículo, tengo otra duda.
        —¿Qué duda?
        —Tú me reprochaste haber cogido un camino fácil. ¿Qué me quisiste decir
      con eso?
        —Mira, María, no quiero discutir —insiste—. Si te molestó aquello, te pido
      disculpas otra vez, pero…
        —No —la interrumpo—, quiero que me lo expliques de verdad. No es para
      discutir.
        —Pues  que  creo  que  llevas  mucho  tiempo  haciendo  lo  mismo  en  tus
      construcciones. Y yo no digo que esté mal, pero tú deberías jugártela para ser
      realmente  grande.  Creo  que,  aunque  tienes  éxito,  tu  arquitectura  debería  ser
      mucho mejor.
        —¿Dónde trabajas ahora?
        —Ya sabes. Opté por la decoración y escribo para Planos.
        —¿Y te va bien?
        —No me puedo quejar.
        —Quiero contratarte.
        —¿Cómo?
        —Lo que has oído.
        —¿Me estás tomando el pelo?
        —Estoy hablando muy en serio. Quiero que volvamos a trabajar juntas.
        —¿Seguro que no es una broma?
        —Seguro. Quiero darle un nuevo aire a Puente y creo que puedo necesitarte.
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