Page 90 - Lo Inevitable del Amor
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voy a seguir.
        —Sé que ella es tu amante —le digo mientras tiro encima de la mesa las fotos
      en las que aparece con Rocío.
        —¿Cómo? —dice atónito—. ¿Me has estado siguiendo?
        —¿Eso  es  lo  único  que  te  preocupa?  —le  contesto  indignada—.  He
      descubierto vuestra estafa y quiero que sepas que no vais a ver ni un euro.
        —No sé de qué me hablas…
        —¿Cómo puedes tener tan poca vergüenza para negarlo? —me impongo—.
      Ella ha estado en la cárcel por estafa y eso queríais hacerme a mí. Estafarme.
        —¡María, yo te juro que…!
        —¡Calla! Y ten un poco de dignidad.
        Y eso hace, callarse de repente. Óscar se ha quedado aturdido de una forma
      en la que yo no le había visto jamás. Él, siempre tan seguro de sí mismo. No le
      reconozco así, tan pequeño, tan cobarde.
        —¡Pero qué imbécil he sido! —dice, desplomándose en el sofá.
        —¡Y qué cabrón! —incido.
        —María, ha sido un error, pero yo…
        —¡Pero  nada!  —grito  con  tanta  rabia  que  le  hago  callar—.  ¡Escúchame!
      Eres el padre de mis hijas, así que no voy a denunciarte con una condición. Haz
      la maleta, márchate de esta casa y no vuelvas ni por aquí ni por el estudio. Ya te
      llamaré para acordar las visitas de las niñas. Tienes media hora. Cuando vuelva
      no quiero que estés aquí.
        Sin dejarle hablar me marcho de casa dando un portazo y me monto en mi
      coche, que está en la puerta. Como si estuviéramos en una película, Óscar sale
      detrás de mí llamándome y ofreciéndose a explicarme su mentira. No le hago
      caso  y  arranco  dejándole  con  ese  « María,  déjame  que  te  explique…»   en  la
      boca que a mí me suena tan patético.
        Me marcho de allí, más deprisa de lo que debiera. Estoy muy excitada por la
      bronca, tanto que tardo en darme cuenta de lo que acabo de hacer. La rabia suele
      ser un sentimiento que atenúa el dolor de la tristeza. Yo reconozco muy bien ese
      dolor porque me he pasado la vida huyendo de él. Me da miedo enfrentarme a la
      pena. Pena por el engaño, por mis niñas, porque fue mentira y porque le quiero.
      Dónde estará esa maldita tecla que no podemos pulsar para dejar de querer a
      nuestro antojo.
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