Page 89 - Lo Inevitable del Amor
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Me ha costado mucho dormir con él sabiendo lo que sabía. Así he estado muchos
      días, aparentando normalidad, para no darle pistas de mis sospechas hasta que
      por  fin  he  descubierto  su  engaño.  Estoy  muy  nerviosa  porque  ha  llegado  el
      momento de decirle que lo sé. Creo que la rabia me va a ayudar, porque como
      me  instale  en  el  dolor  que  me  produce  su  engaño  no  seré  capaz  de  articular
      palabra.
        Estoy nerviosa, tanto que tengo que gritar porque me cuesta hasta respirar. Lo
      hago en el coche, mientras conduzco hasta casa. Me está esperando. Le he dicho
      que me apetecía estar a solas con él, que me esperara con una buena botella de
      vino. Como llevamos un tiempo sin ni siquiera rozarnos, él cree que nos vamos a
      ver para otra cosa.
        Tengo muy  claro  lo  que  tengo que  decirle  y  se lo  voy  a  decir  de manera
      pausada, mi discurso ha de ser maduro. Así se sorprenderá aún más.
        Antes  de  girar  la  llave  para  abrir  la  puerta  respiro  profundamente  para
      intentar deshacer los nervios que me presionan en un mismo punto del estómago
      y hasta me impiden tragar saliva. Cuento hasta tres y por fin lo hago, giro la llave
      y abro la puerta de casa. Desde el salón escucho a Óscar.
        —¡Cariño! Pasa, estoy aquí.
        Dejo las llaves en el platito que hay en la entrada y me dirijo al salón. Voy a
      ser capaz de estar lo suficientemente fría para decírselo claramente. Creo que sí,
      estoy muy entera. Entro en el salón y Óscar está sirviendo dos copas de vino.
      Viene hacia mí para besarme.
        —¡Hola, María! ¡Qué guapa!
        —¡Guapa, los cojones!
        Es la única frase que se me ocurre decir y además la digo gritando antes de
      ponerme  a  llorar  con  rabia.  Quiero  contenerme,  pero  no  soy  capaz.  Toda  mi
      entereza se ha difuminado a la primera. Encima, Óscar quiere consolarme.
        —¿Pero qué te pasa, cariño?
        —¡Cariño, los cojones!
        Y vuelta al llanto. Me está dando un poco de vergüenza mi actitud, pero es
      que no puedo parar de llorar. Y lo hago sollozando con suspiros sonoros. Creo que
      si no estuviéramos en medio de este drama mi llanto daría muchísima risa. Tengo
      que lograr reponerme porque se lo tengo que decir. Bebo un trago de vino, respiro
      y…
        —¡Lo sé todo!
        —¿De qué hablas?
        —No te hagas el tonto, que no te va a servir de nada.
        Óscar se sirve más vino y yo sigo bebiendo del mío. Me tranquilizo de una
      manera  sorprendente,  será  porque  ya  no  hay  vuelta  atrás.  Él  permanece  en
      silencio, creo que está sorprendido de que yo tenga toda la información. Así que
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