Page 92 - Lo Inevitable del Amor
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—¡Mira, ahí está! —dice Eugenio señalando la puerta.
Es Clara, que llega hasta nuestra mesa. Eugenio se levanta y le da un beso en
los labios. Yo también me levanto. Mi amigo nos presenta y Clara y yo nos
damos los dos besos de rigor.
—¿Lleváis mucho tiempo esperando? —pregunta Clara.
—La verdad es que sí —digo de manera impertinente.
—¡Qué va! Si acabamos de llegar —me corrige Eugenio, que me mira raro.
Voy a tener que contenerme. Tranquila, todo está bien. Vamos a cenar y me
voy a comportar como una persona adulta, que es lo que soy. Ella pide una
cerveza y nosotros repetimos ronda mientras leemos la carta. Clara tiene más o
menos mi edad, unos cuarenta. Es guapa, pero no muy alta. No es una mujer
delgada, pero está bien de tipo. Eso sí, tiene eso que tienen las personas a las que
crees conocer, lo que pasa con las canciones que oyes por primera vez y ya
parece que las has oído antes. Ésas son las buenas. Las canciones y las personas.
Y no sé por qué, pero esta chica tan normal me da la sensación de que ya la
conocía de antes.
Pedimos sobre todo sushi y algunos platos más sofisticados, uno de ellos una
especie de carne a la plancha que es una de las cosas más ricas que he comido
en mi vida. La cena está entretenida. Hablamos del estudio, Eugenio cuenta
algunas anécdotas de clientes caprichosos y de otros que del capricho pasaban a
las tonterías de mal gusto, como aquel iraní que nos pidió que le hiciéramos una
piscina con la grifería de oro. Eugenio cuenta, poniéndome a mí como a una
heroína, cuando, sin cortarme un pelo, llamé paleto al iraní y le dije que la
piscina se la terminase otro. Clara se ríe y se interesa por nuestro trabajo. Le
gusta la conversación, aunque no sé por qué y, sin conocerla, apostaría a que le
pasa algo.
—¿Y qué tal tu día? —le pregunta Eugenio.
—Los he tenido mejores, la verdad —contesta Clara.
—Me ha dicho Eugenio que trabajas en la tele —le digo yo.
—Sí. Bueno, trabajaba.
—¿Cómo? —se sorprende Eugenio.
—Déjalo, Eugenio, que no quiero hablar de eso, que os voy a estropear la
cena.
Clara es casi incapaz de acabar la frase mientras se le llenan los ojos de
lágrimas. Bebe un poco de agua y se rehace.
—Venga, sigamos hablando, que si no, no voy a poder parar de llorar y fíjate
qué panorama.
—No te preocupes —le digo de verdad.
—¿Pero qué ha pasado? —se interesa Eugenio.
—Me han despedido. Hace menos de dos horas. La verdad es que no sé qué
hacer.