Page 83 - Lo Inevitable del Amor
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me informe del estado de todas mis cuentas y que me especifique los plazos para
      pagar la  deuda  que  ha  contraído Puente.  Se  ha  tomado muy  en  serio  lo  de  la
      discreción  y  ha  cerrado  la  puerta  de  su  despacho  diciéndole  a  una  de  las
      empleadas que nadie le moleste si no es muy urgente.
        Severiano teclea en su pantalla y me informa de las cantidades que hay en
      mis dos cuentas personales. Nada significativo, todo está en orden. Miramos las
      de  Puente.  Son  tres,  cuyos  movimientos  me  explica  por  encima.  Es  un  lío
      enorme,  pero  el  normal,  me  asegura,  para  una  empresa  de  ese  tamaño.
      Severiano no ve nada irregular en todo lo que aparece en la pantalla. Ellos están
      en permanente contacto con Óscar y los asesores de Puente y todo está en orden.
        —Entonces, ¿todos los movimientos le parecen normales? —pregunto.
        —Señora Puente, el volumen de su empresa es muy grande como para poder
      observar  irregularidades  en  esta  pantalla.  Puede  hablarlo  si  quiere  con  los
      asesores que tiene en su empresa, pero le aseguro que su situación bancaria es
      normal.
        —Me da usted una alegría.
        —Pues me alegro de dársela.
        —Entonces, hablemos del préstamo.
        —¿A qué préstamo se refiere?
        —Pues al préstamo que nos vence ahora por la compra de los terrenos.
        —Discúlpeme,  pero  no  me  consta  que  usted  tenga  ningún  préstamo  con
      nosotros.
        —No hablo de mí. Me refiero al préstamo de Puente.
        —Puente tampoco, salvo las líneas de crédito habituales.
        —A ver, Severiano —le llamo la atención—. ¿Puente no tiene una deuda con
      este banco de cuatro millones de euros?
        —¿De cuatro millones de euros? —exclama.
        —Sí, eso fue lo que me dijo mi marido.
        —Señora, eso no es así. Ni usted ni su empresa deben nada a este banco.
      He  llamado  al  director  de  la  agencia  de  detectives  que  investigó  a  Óscar  por
      orden de Gene y le he dicho quién soy. Ha querido recibirme en su despacho
      para contarme de primera mano en qué consistió la investigación. En la agencia
      no  sabían  que  Gene  había  muerto.  He  sido  yo  la  que  le  he  dado  la  noticia  al
      director.
        Las agencias de detectives no son como las que aparecen en las películas y
      los detectives tampoco. Por lo menos éste. No es que me esperara un tipo con
      gabardina y sombrero fumando, pero tampoco un señor tan enclenque dirigiendo
      un negocio de este tipo. Se llama Carlos Villasante y debe de medir escasamente
      un metro sesenta, y además es muy estrechito de cuerpo, con gafitas redondas
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