Page 78 - Lo Inevitable del Amor
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—¿Se lo has contado a alguien más?
        —No. Esta tarde llamaré a tu padre y a un par de amigas.
        Hay un gran silencio en el comedor. El sonido de las cucharillas rozando las
      tazas de porcelana y el de éstas chocando con el cristal de la mesita de centro
      está  demasiado  presente.  Enciendo  la  tele  para  tener  algo  de  ruido  de  fondo.
      Vuelve a salir Ana Rosa Quintana, que ahora está despidiendo el programa.
        —¡Qué vestido y qué zapatos más bonitos! —comenta mi madre.
        —Antes, en casa, me he fijado yo también.
        —¡Qué elegante va esta chica siempre!
        Se  acaba  el  programa  y  mi  madre  baja  del  todo  el  volumen.  Se  recuesta
      sobre el sofá, cruza las manos y las apoya en la tripa.
        —¿Y tú qué vas a hacer? —me pregunta.
        —¿Qué voy a hacer de qué?
        —María, por favor, que me cuesta mucho hablar.
        —¿De lo de Óscar? Pues dejarle, creo.
        —¿Crees?
        —¡Mamá! No sé. Ya veremos.
        —¿Le vas a denunciar?
        —No. Es el padre de mis hijas.
        —En eso estoy de acuerdo. ¿Y cuándo le vas a decir que lo sabes?
        —No lo sé. Ahora lo importante es que tú te cures.
        —¡María, yo no me voy a curar!
        —No digas eso más —me enfado.
        —Qué más da que lo diga o no: es la verdad.
        —Puedes ponerte bien. Hay mucha gente que se cura de esa enfermedad.
        —Se llama cáncer. Y que yo me salve no es una posibilidad, es un milagro.
        —Lo único que intento es animarte.
        —Te estás animando a ti misma, no te engañes.
        No soy capaz de contestarla. Lleva razón. El informe médico no deja lugar a
      dudas. Mi madre se va a morir por un cáncer que se ha extendido por todo su
      cuerpo y que no tiene solución.
        —¡Cariño! —vuelve a llamarme así—. Tienes que solucionar lo de Óscar.
        —Hablaré con él. Todos cometemos errores.
        —Lo suyo no es un error, es un fraude. ¿No le has visto en las fotos con esa
      mujer?
        Me callo, que es lo mismo que decir que sí. En la carpeta de los detectives
      que  investigaron  a  Óscar  por  orden  de  Gene  había  muchas  cosas,  entre  otras,
      varias fotos de mi marido con una mujer morena muy guapa, que me resultó
      familiar aunque tardé algún tiempo en reconocer.
        —María, cariño, tienes que afrontarlo, aunque duela.
        —Eso es lo que pasa, mamá, que duele. Todo duele mucho.
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