Page 80 - Lo Inevitable del Amor
P. 80

Vemos lo que queremos ver y oímos lo que queremos oír. Eso le pasa a la gente.
      A otros, porque saber que eso también lo hacemos nosotros es más difícil. Hasta
      que te das de bruces con el espejo.
        En un puente fuimos a Santander Óscar, las niñas y yo a visitar a mi padre.
      Llegamos a su casa un viernes por la noche para quedarnos hasta el martes, que
      era  festivo.  Ya  conocíamos  a  Estefanía,  su  novia  mexicana,  con  la  que  hacía
      poco tiempo que salía, pero a la que ya nos había presentado en una comida. Ya
      fue bastante para que aquella chica de mi edad no me gustara demasiado. Yo
      quería  quedarme  en  un  hotel,  pero  mi  padre  y  ella  insistieron  en  que  nos
      quedáramos con ellos. Al fin y al cabo, se trataba de que Carla y Julia pasaran
      tiempo con su abuelo y como la casa era lo suficientemente grande como para
      poder estar todos a gusto, decidimos quedarnos.
        Estefanía  se  mostró  desde  el  principio  como  una  anfitriona  muy  amable,
      demasiado, hasta ponerse pesada con tanto afán por agradarnos. « Vosotros ya
      sabéis, si necesitáis algo, como si estuvierais en vuestra casa» . Ésta es una frase
      que dicha una o dos veces es de agradecer, incluso tres es admisible si tu anfitrión
      es muy amable. Pero si a cada hora escuchas el « ya sabéis, vosotros como si
      estuvierais en vuestra casa» , tres veces cada media hora y al tiempo que la dice
      te va persiguiendo allá donde vayas y además te toca el brazo cada vez que la
      pronuncia  con  un  dulce  acento  mexicano,  la  amabilidad  acaba  sacándote  de
      quicio. Yo, al segundo día, después de escuchar por enésima vez la frasecita y
      con Estefanía tocándome suavemente el brazo, exploté con un sonoro: « ¡Coño,
      que sí!» . Aparté el brazo de sus manos y me fui por el pasillo suspirando por no
      gritar. Estefanía se quedó muy sorprendida ante mi reacción, pero es que no se
      puede ser tan pesada. Ésa es otra de mis manías. No soporto a los pesados. Ser
      pesado es para mí el peor defecto de una persona porque oculta cualquier otra
      virtud que pueda tener. Todo el mundo conoce a algún pesado o pesada y si no lo
      conoce, es que el pesado es él. Las cosas han de decirse una vez, a lo sumo dos,
      por si tu interlocutor estaba despistado. Si repites algo más de tres veces, eres un
      pesado.  Pedí  disculpas  a  Estefanía  un  poco  más  tarde.  Intenté  justificarme
      diciéndole que estaba algo nerviosa por cosas del estudio y de ahí mi reacción, si
      bien le insistí en que no se preocupara por mí y que de verdad, de verdad, yo me
      sentía como en mi propia casa.
   75   76   77   78   79   80   81   82   83   84   85