Page 288 - Abrázame Fuerte
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sacar la libreta de los apuntes—. Veremos qué relación hay entre el solfeo, las
melodías musicales y las ecuaciones matemáticas. Verán que su amigo, el que se
sienta ahí, hizo sin querer un logaritmo neperiano, con lo que se adelantó a la
última lección del curso.
Los alumnos que están sentados delante de él se vuelven y lo miran con
orgullo. Marcos se ha puesto más rojo que en la televisión. Al igual que Estela, él
no pensaba que su estreno en la pantalla pudiera causar tanta expectación.
Hora de comer
La salida del instituto es un hervidero de gente. Ana, Estela y Silvia están en su
rincón de siempre. Les extraña muchísimo que Bea no haya llegado. Ana está
preocupadísima.
—¿Le habrá pasado algo? —pregunta Estela.
—No lo sé… —responde Silvia, aliviada. El hecho de que Bea no haya
acudido le da un respiro y una buena excusa para no quedarse a comer.
—Yo la llamaría, ¿qué me decís? Pero me dejé el móvil. ¿La llamas tú,
Estela?
La aludida mira a su amiga apretando los labios.
—No tengo saldo. Sólo puedo recibir llamadas… Silvia, ¿puedes llamar tú?
A Silvia le acaba de caer el muerto encima. Sus amigas saben que ella
siempre tiene saldo. Es la más organizada de las Princess, y no soporta quedarse
sin…
—Bueno…, yo… —contesta dubitativa.
—No seas rata, Silvia, ¡es sólo una llamada! —exclama Ana.
Silvia no tiene escapatoria. Abre la mochila y busca en los contactos. Ella
quería ahorrarse hablar con Bea, y ahora no tiene más remedio que llamarla.
« ¿No quieres caldo? ¡Pues toma dos tazas!» , piensa la chica. ¿Qué otra opción
tiene? Podría confesarles a sus amigas: « La verdad es que no la quiero llamar ni
hablar con ella, porque… ¡le he robado el novio! Lo entendéis, ¿no?» . No, no van
a entenderlo.
« De perdidos al río» , piensa. La chica espera el tono en su teléfono.
—No contesta… —comenta, a punto de colgar después de oír el tercer pitido.
De pronto…
—¿Sí?
—¿Bea?
—¡Silvia! Perdona, no sabía quién eras, todavía no me aclaro con este móvil
nuevo, con cómo se copian los contactos. ¿Qué pasa?
No parece que Bea lo esté pasando mal. Su voz es de lo más clara.
—Mmmm… Es que… ¿Dónde estás?