Page 121 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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—Marcha a Uruk y dile a su rey que se me someta. Que el señor
     de  Uruk  lleve  el  yugo.  Cuando  se  me  haya  sometido,  realmente
     sometido,  nuestra  situación  será  ésta:  «él  puede  vivir  con  la  diosa
     Inanna  en  el Egar, pero  yo  viviré  con  Inanna  en  el  templo  Ezagin
     de Aratta.  El  puede  estar  con  ella  en  la  espléndida  cama, pero  yo
     estaré  en  dulce  sueño  con  ella  en  la  cama  adornada. El  podrá  ver
     a  Inanna por la noche  en  un  sueño, pero  yo  conversaré  con  Inan­
     na  cara  a  cara,  cuando  esté  despierta.»
        Después  de  haberle  indicado  estas  instrucciones  en  las  que  el
     señor  de Aratta  esgrimía prioridades  religiosas  frente  a  Uruk, cen­
     tradas  en  el matrimonio  sagrado, Ensuhkeshdanna siguió  diciéndo-
     le  a  su  mensajero:
        — «El  podrá  comer  el  ganso  cebado, pero  yo  no  lo  probaré. Yo
     no  mataré  al  ganso, que  seguirá produciendo  sus  huevos  y  que  me
     serán  traídos  en  una  cesta.  No  pondré  su  cría  en  mi  cazuela; tam­
     poco  la  pareja  del  ganso  servirá  para  mi  olla.  En  cualquier  caso,
     como  no  lo  voy  a  matar, el  ganso  cebado  no  abandonará  la  orilla
     del río. Cuando los ensi del país se hayan sometido, entonces come­
     rán  conmigo. El señor de  Uruk sabe  que  el  comer significa some­
     timiento, aparte  de  que  comer  gansos  acarrea  mala  suerte.»
        Éste  fue  el  mensaje  que  el  rey  de  Aratta  le  envió  a  Enmerkar
     de  Uruk.


        El mensajero corrió como un carnero salvaje, voló como un hal­
     cón, salió  de Aratta  al  amanecer, al  atardecer cruzaba las  montañas.
     Como  un  enjambre  al  alba, se  fue  enseguida  por  el  campo  abier­
     to; como un  enjambre a media noche, llenó  el interior de las mon­
     tañas.  Como  pértiga  él permanece  al  lado, como  un  onagro  salva­
     je  de  Sakkan  corre  por las  montañas, como  un  grande  y poderoso
     onagro  él  corrió, se  apresuró  cual  onagro  esbelto  y  ágil  que  quie­
     re correr. Iba al amanecer como un león suelto en el campo. Corría
     rápido  como  un  lobo  que  coge  un  cordero.
        Tras haber arribado a Uruk, acudió a presencia del señor, entran­
     do  en  el  sagrado gipar. Ante  la  majestad  del  rey  de  Uruk  el  men­
     sajero  dijo:


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