Page 124 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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Apenas  había  acabado  de  hablar, la  asamblea, reunida allí, le res­
    pondió  de  inmediato:
       — Tú precedes al señor de Uruk. Las grandes hazañas de Enmer­
    kar, el propio  Enmerkar se  las  contó  al  mensajero.  No  debías  haber
    dejado  que hiciera eso Enmerkar, deberías haberlo hecho  tú  mismo.
    Tu  corazón  deberá  entenderlo.  Opinamos  que  debes  someterte.
       Aquellas  palabras  no  agradaron  en  absoluto  a  Ensuhkeshdanna.
    Como  única  respuesta  dijo:
       — ¡Que  mi  ciudad se  convierta en  un montículo, dejadme  con­
    vertirme en sus cascotes!  ¡Yo nunca me someteré al señor de Uruk,
    señor  también  de  Kullab!


       Después de haber sido destruida la ciudad de Hamazu, un mago,
    un  masmash, cuya  habilidad  era la propia  de  un  hombre  natural  de
    aquella  ciudad, Urgirnunna,  cuya  habilidad  era  la  de  un  hamazita,
    se  fue  a  vivir a Aratta. Allí  se  dedicó  a practicar la  magia  en  la  casa
    gipar, en  su  cámara  interior.


       Un  día,  el  ministro Ansiggaria  dijo:
       —Mi  rey, los  grandes  padres  de  la  ciudad  construyeron  funda­
    ciones, pero, ¿por qué no levantaron un palacio? ¿Por qué  no acon­
    sejaron que  se  hiciera frente a Uruk? En cuanto a mí, déjame  atra­
    vesar  el  canal  de  Uruk. Déjame  que  someta  a  su  rey  y lo  encierre
    en la  celda  de Aratta. Deja  que  mi  gran  ejército, del  Oeste  al Este,
    del mar a la  Montaña  de  los  Cedros, lo  someta  todo. Que  el  pue­
    blo  de  Uruk  transporte  a Aratta  sus  propias posesiones  en barcas  y
    que  las  aten  en  el Ezagin  de Aratta.
       Aquellas palabras hicieron extremadamente feliz al señor de Aratta.


       Ensuhkeshdanna  dio  cinco  minas  de  oro  al mago; le  dio  asimis­
    mo  otras  cinco  minas  de  plata.  Ordenó  que  le  entregaran  también
    finos  vegetales  para  comer,  así  como  buena  agua  para  beber. Tras
    ello, le  dijo:
       —Cuando  su  hombre  haya  sido  hecho  prisionero,  tu  vida,  tu
    actuación  resolverá  la  disputa. Destruye  lo  que  esté  en  tu  mano.



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