Page 123 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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Desde la ciudad de su nacimiento, ¿qué  ciudad fue construida como
      una ciudadela?  ¡Que Inanna viva en Uruk!  En cuanto a Aratta, ¿qué
      le ocurrirá?  ¡Que ella viva en la obra de ladrillo de Kullab! En cuan­
      to  a  la  montaña  de los lustrosos  me, ¿qué  se le  va  a  hacer?  Durante
      cinco años, durante diez años, la diosa no irá a Aratta. ¿Cuándo podrá
      ir ella a Aratta, la  gran  sagrada  dama  del  templo  Eanna?
        Los  que  estaban  presentes  en  aquella  recepción,  tenida  con  el
      mensajero de Aratta, tomaron consejo sobre ello. Los de Uruk com­
      prendieron  las  palabras  de  su  rey.  La  diosa  no  podía  ir a Aratta.
        Enmerkar,  además,  añadió  a  sus  palabras  anteriores,  parte  del
      mensaje  que  había recibido  del  señor de Aratta, pero  expresado  en
      sentido  contrario. Por  eso, dirigiéndose  al  mensajero, le  dijo:
        — El  que  no  tiene  nada  no  comerá  el  ganso  cebado. Respecto
      a  mí,  que  la  diosa  me  deje  comer el  ganso  cebado. Yo  me  comeré
      el  ganso  y  también  sus  huevos,  traídos  en  una  cesta.  Su  cría  será
     para  mi  cazuela, la  pareja  del  ganso  será  para  mi  olla.  Por  supues­
      to, dado  que  existe  abundancia  de  gansos  y  tengo  suministro  con­
      tinuo  de  ellos,  el  ganso  cebado  no  abandonará  la  orilla  del  río. Y
      cuando  los  ensi  del  país  se  hayan  sometido,  ellos  comerán  conmi­
     go. Esa  será la  señal  de  mi  poderío.

        El mensajero  de Enmerkar marchó  a Aratta. Llegado  a  ella, acu­
     dió  de  inmediato  ante Ensuhkeshdanna. Se  acercó  al  sagrado gipar,
     su muy santo lugar, al muy sagrado lugar donde esta sentado el señor
     de Aratta.
        A  la  vista  de  aquellas  noticias,  Ensuhkeshdanna  pidió  consejo.
     Buscó  una respuesta. Los  ayudantes  i5/íí¿, lu-mah, guáu  y girsiga  que
     habitan  en  el gipar se  reunieron  y  tomaron  consejo.
        — ¿Qué  le  diré  a  él?  — preguntaba  el  señor  de Aratta— .  ¿Qué
     le  diré? Al  señor de  Uruk y señor de Kullab, ¿qué le  diré?  Su  toro
     arremetió  contra mi toro. El toro  de  Uruk se  comportó  con arro­
     gancia.  Su  hombre  trajo  fuerza  contra  mi  hombre.  El  hombre  de
     Uruk  se  comportó  con arrogancia, su  guerrero  arrojó  fuerza  con­
     tra mi  guerrero. El guerrero  de  Uruk arrojó  fuerza  contra mi gue­
     rrero.


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