Page 126 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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La vaca habló  amargamente a su ternero; hizo lo  propio la cabra
     a su  cabritillo. La  sagrada mantequera  estaba  vacía. Establo  y  apris­
     co  estaban  hambrientos,  se  estaban  muriendo  de  hambre.  Ese  día
     el mago  convirtió  establo  y  aprisco  en  una  casa  de  silencio.  Causó
     su   ruina.
       El vaquero  soltó  su  bastón y  agitó  su  cabeza. El pastor colgó  su
     cayado  a  su  costado  y lloró  amargamente. El pastor joven  no  acu­
     dió  al  aprisco, el  vaquero  se  alejó  del  establo.  Su  lechero  no  gritó,
     sino  que  marchó  hacia  un  camino  desconocido.


       Dos  rabadanes  — un  vaquero  y  un  ovejero—   de  Nisaba,  hijos
     nacidos  de  una  madre,  criados  en  el  establo  y  el  aprisco, llamados,
     el primero, Mashgula, y  el segundo, Uredinna, se  hallaban  agazapa­
     dos  entre  la  basura  de  sus  rediles. Ambos,  ante  la  gran  puerta  de
     aquel  dios, frente  a  Utu, el sol naciente, el lugar admirado  del  país,
     acudieron  a  pedir  ayuda.


       El  mago, el  hombre  venido  de Aratta, entró  en  el  establo. Hizo
     escasa  la  leche  allí:  el  ternerillo  no  podía  conseguir  nada.  En  el
     establo y en  el aprisco  ejecutó  sus artes: hizo  que  escasearan la cre­
     ma y la leche. Arrojando, adecuadamente, su  talismán, causó  la  rui­
     na. El  día  se  oscureció.

       Poco después, y gracias a Shamash, el dios de la justicia, se mate­
     rializó  una  anciana  mujer, la  cual  se  acercó  al  mago. Ambos, mago
     y  mujer — que  también  era  maga— ,  se  examinaron, se  estudiaron
     largamente. Tras  ello  se  volvieron  hacia  Eresh;  sin  duda  las  aguas
     del  Eufrates,  el  río  de  los  dioses,  serían  las  adecuadas  para  medir
     sus fuerzas. Por ello, se  encaminaron a la ciudad, cuyo  destino  había
     sido  decretado  por An  y Enlil.
       La  anciana  mujer, de  nombre  Sagburru, y  el  mago  Urgirnunna
     intentaron  demostrar la una  al otro  su  propia superioridad.
       Los  dos  lanzaron  su  talismán,  su  nun,  al  río.  El  mago  sacó  una
     carpa gigante del agua, la anciana Sagburru sacó un águila del agua.
     El  águila  cogió  la  carpa  gigante  y  se  escapó  a  la  montaña.


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