Page 129 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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que  su  mujer y su  polluelo se sienten  a  un  festín, y haya  traído  de
     sus  colinas  a Anna, la  reina  del  consejo,  esto  es,  a  Ninhursag,  que
     entonces  la  capaz  mujer,  que  reúne  todos  los  requisitos  para  ser
     una matriarca, escancie su bebida. Anna, cuya vasija de fabricar cer­
     veza  es  de  claro  lapislázuli  y  su jarro  para  servirse  es  de  plata  mesu
     y  de  oro,  es,  en  verdad,  la  diosa  ideal  para  lo  que  me  propongo.»
        Tras  cerrar  sus  ojos  unos  instantes,  prosiguió  con  sus  pensa­
     mientos:
        — «¿Y  qué  me propongo?  Bien. Su  presencia  cerca de  la  cerve­
     za  significa  deleite, y  el  hecho  de  sentarse  tras  servir la  mesa  equi­
     vale  a  alegría  y  charla. Además,  que  Ninkasi,  la “diosa  de  la  boca
     llena”, la  titular de la bebida, envíe  desde  el barril a su  copero, que
     no  se  cansa  de  caminar llevando  cerveza, y  que  deje  que  haya  un
     lugar apropiado para servirse. Que así, el Pájaro del Trueno, habien­
     do bebido cerveza y sintiéndose expansivo y alegre, me revele adon­
     de  se ha ido  el  ejército  de Uruk. ¡Que el Pájaro  del Trueno, Imdu-
     gud, recuerde  la  ruta  de  mis  hermanos!»


        En  aquellos  días  el  noble  «árbol  de  águila»  del  dios  Enki, colo­
     cado  como  una nube  de  tormenta sobre las  colinas  de pura corna­
     lina — adorno de los ojos de  Inanna— , árbol como  una quijada que
     lleva púas, hizo que su sombra cubriera las alturas montañosas como
     una  paño,  las  velara  como  una  sábana  de  lino.  Sus  raíces,  como
     nobles  serpientes, las  había  hincado  el  dios  en  el  centro  del  lecho
     del  R ío  de  Siete  bocas, localizado  en las  montañas  por  donde  sale
     Utu, el  dios  sol. A  sus  lados, en  la parte  de  las  montañas  en  donde
     no  crecen los  cedros  hashur, no  se  arrastraban serpientes, no  corre­
     teaba el escorpión, en su centro  el llamado «pájaro  oso» había pues­
     to un nido y en él sus huevos. A su lado, el Pájaro del Trueno había
     situado  también su  nido, había  hecho  que  su  polluelo  estuviera  en
     él. La  madera  de  aquel  nido  era  de junípero  y  de  boj. Había  con­
     vertido  aquellas  ramas  en  un  seguro  refugio  para  su  cría.
        Al  romper  el  día,  cuando  el  Pájaro  había  hecho  densas  a  las
     nubes, cuando  el Pájaro  del Trueno  hubo  rugido  al naciente  sol, el
     suelo, en la  calma  de  las  montañas, estuvo  reverberando  una y  otra


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