Page 187 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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— El  rey  Gudea,  nuestro  soberano  — prosiguieron  diciendo— ,
     es  un valiente, consagrado  a  ti y  a  tu  culto: sigue  tu camino, según
     su  fama.  Ha  cumplido  siempre  con  fastos  el  ceremonial  litúrgico
     en  tu  templo. Y   él  te  ha  realzado  tu  residencia.  Celebra  tus  fiestas
     con magnificencia, cumple tus ritos sagrados. Para obtener una vida
     feliz, ha  decretado  este  programa: «Se  debe  exaltar  a  Ninurta  en  el
     país. Que el corazón de An sea favorable al Señor y que con Ninur­
     ta, brazo vigoroso  de Enlil, Baba, la santa madre, resplandezca como
     la  luz  del  día.»
        Así  aclamaban  los  marineros  al  Señor  sobre  la  proa  del  barco
     que  navegaba  alegremente  por la  corriente  de las  aguas por donde
     la Makarnuntae avanzaba radiante. Para saludar al Héroe que regre­
     saba  de  la  batalla,  los Anunna,  salidos  del  templo,  acudieron  a  su
     encuentro. Llegados  ante  él, se  inclinaron  con  reverencia  hasta  tie­
     rra,  y  con  la  mano  sobre  el  corazón  formularon  esta  oración  al
     Señor:
       — ¡Que  tu  corazón  irritado,  oh  Señor,  se  apacigüe!  ¡Ninurta,
     rey  Utu'ulu, alza  fieramente  la  cabeza hacia  el  cielo!
       Después  su  padre  Enlil  le  bendijo  en  estos  términos:
       — ¡Rey que  trasciendes  el universo, de  acuerdo  con  tu  nombre
     augusto,  tú  que  desde  tu  capilla  provocas  la  prosperidad,  amplio
     pecho, adornado  con  un  vellocino!  Soberano  belicoso  frente  a  la
     región  rebelde, te  he  dado  la sobrenatural Tempestad, el Arma  del
     Cataclismo, que  pone  fuego  en  la  Montaña.  ¡Te he  hecho  don  de
     ella, Héroe  universal!  Rey, ante la  tormenta, tu  camino  estaba ple­
     no  de  asechanzas, pero  yo  he  creído  en  el  éxito  de  tu  expedición
     en  la  Montaña: Cual  un  perro  lobo  dejado  suelto  tras  su  presa, tú
     te  has  aventurado  en  la  región  rebelde, escoltado  por  esta  sobre­
     natural tempestad. Jamás será restaurada la montaña que tú has ven­
     cido,  de  la  cual  tú  has  arruinado  las  ciudades  y  cuyos  príncipes
     orgullosos  ante  ti  han perdido  el aliento. El Arma sobrenatural, un
     reino  próspero  para  siempre,  una  vida  eterna,  según  los  augurios
     de  Enlil y la  todopoderosa  potencia  de An.  ¡He  ahí  tu  recompen­
     sa,  oh  rey!
       Después  de  haber  sido  bendecido  así  por  su  padre,  el  Héroe,
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