Page 190 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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una  vez  abatido  el Asakku  y  hecho  de  él  un  montón  informe  de
      piedras,  decretó  con  poderosa  voz:
         — ¡Ordeno que a este amontonamiento se le llame, sin más, «Pie­
      dras»!
         Luego, Ninurta  confió  todo lo  que  había  hecho  a  Nisaba. Tam­
      bién a ella le confió las aguas  a las  que, en persona, el dios les había
      trazado  su  ruta  desde  arriba  hasta  abajo. Le  confió  el  arado, fuente
      de  toda prosperidad, que  él  había  inventado, igualmente  los  surcos
      rectilíneos  que  había  enseñado  a  cavar, los montones  de  grano  que
      había apilado  y los  silos  que  había llenado. Todo  ello  lo  confió  a la
      Señora  de  los  Poderes  divinos,  digna  de  glorificación,  a  Nisaba, la
      santa  mujer,  la  muy  sabia  y  eminente  en  todo  el  país. A  ella  que
      posee  la  augusta  tablilla  en  donde  están  consignadas  las  prerrogati­
      vas  de  los  reyes  y  de  los  pontífices, a  ella  que  en  el  Santo  Montí­
      culo,  esto  es,  en  el  Du-ku,  Enki  la  había  dotado  de  una  inteligen­
      cia  superior.

         ¡Gloria  a  Nisaba,  a  la  mujer,  a  la  estrella  que  en  el Abzu  con­
      tenta  maravillosamente  al príncipe!  ¡A la  Señora  del  saber, que  dis­
      tribuye  la  felicidad!  ¡La única  apta para  gobernar, el  receptáculo  del
      saber y  de  la  prudencia, la  reina  de  los  «cabezas  negras», poseedora
      de la  tablilla donde  están inscritas  todas las  cosas!  ¡Aquélla poseedo­
      ra  de  redes  de las  que  no  escapa  ningún pájaro, aquélla cuyas  obras,
      todas, han  tenido  éxito, aquélla  en  cuya  presencia, y  sobre  la  cuer­
      da  de  nudos  que  no  se  deshacen, los  días  se  cuentan  al  ritmo  de  la
      luna!
         ¡Gloría  a la  que  nadie  puede  atacar por asalto  como  a  una  for­
      taleza  metálica!  ¡A  aquella  que  está  al  corriente  de  todos  los  pen­
      samientos, que lo sabe todo!  ¡La reina que se preocupa de los «cabe­
      zas  negras»,  que  sabe  hablar  como  conviene  a  los  hombres!  ¡La
      gran diosa, la propia réplica de Enlil!  ¡La santa mujer, la estrella fami­
     liar  con An!
         ¡Oh soberano Señor, por orden de Enlil, oh Ninurta, prole subli­
      me  del  Ekur, sostén  de  tu  padre  que  te  ha  engendrado,  cuán  dul­
      ce  es  alabarte!


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