Page 193 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
P. 193

Señor de la barba, le precedían, mientras que Lugalkurdub, el terror
      de las montañas, le seguía los  pasos. Después  de  equipar así el  carro
      con los trofeos conseguidos, entonces se puso  en camino aquél que
      había  recibido  del  León  del Abzu  los  me  terroríficos,  aquél  para
      quien fue  acordado, en el interior del cielo, el insostenible  resplan­
      dor  del  dios An, brillo  que  incluso  los Anunna, los  grandes  dioses,
      no  lo  podrían  soportar.
         Y    mientras  el  Señor  avanzaba,  semejante  a  un  cataclismo  des­
      tructor de las ciudades fortificadas de la región rebelde, mugía como
      la  tempestad, desde  el  extremo  del horizonte.
         Mientras  aquel  campeón  de  los  dioses, ante la llamada  de  Enlil,
      se  dirigía  hacia  el  templo  Ekur, teniendo  el  país  prosternado  a  sus
      pies,  antes  mismo  de  que  alcanzase  la  ciudad  de  Nippur,  bajo  el
      vasto  cielo, Nuska, el paje  de  Enlil, salió  a su  encuentro.
         Habiendo  llegado junto  a  Ninurta,  el  paje  le  saludó  en  estos
      términos:
         — ¡Cuídate, mi  Señor, héroe  perfecto!  ¡Ninurta, héroe perfecto,
      cuídate!  Tu  espantoso  resplandor  sobrenatural  ha  cubierto  como
      un manto el templo de Enlil. Al tiempo que, sobre tu carro que chi­
      rría  melodiosamente,  avanzas,  cielo  y  tierra  se  tambalean.  Cuando
      levantas  tu  brazo, la  sombra  se  extiende  por  doquier;  el  conjunto
      de  los Anunna, los  grandes  dioses,  quedan  despavoridos  de  terror.
         Aquellas  palabras  del representante  de  Enlil agradaron a  Ninur­
      ta, quien  desde  su  carro, en  actitud arrogante, emanaba  un  aura  de
      inmenso  poder y  gloria. Aquel  poder y  aquella  gloria  fueron  cap­
      tados  por  Nuska, quien  continuó  hablando.
        ---- ¡Ninurta,  mi  Señor,  héroe  perfecto!  Cuando  llegues  a  Nip­
      pur, no  aterres  a  tu  padre  en  su  propia  casa,  no  atemorices  en  su
      casa  a  Enlil.  N o  hagas  cundir  el  pánico  entre  los Anunna,  que  se
      hallan reunidos en la Cámara del consejo. Deja mejor que tu padre
      te  cubra  de regalos por tu  coraje y tu  fuerza.  ¡Oh  soberano, «argo­
      lla»  de An,  el  primero  de  los  dioses,  para  aherrojar  a  los  prisione­
      ros,  portador  del  sello  de  Enlil  y,  por  tanto,  el  que  le  representa
      con pleno  derecho!  ¡Oh  soberano, inspirado  por el Ekur, héroe, tu
      padre  no  te  debía  haber  enviado  a  ningún  otro  dios  en  tu  ayuda



                                 —f§7  -
   188   189   190   191   192   193   194   195   196   197   198