Page 196 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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oro y de lapislázuli, que asombra a la mirada, mi auxiliar. Y mi
arma sublime, prodigiosa, perfecta, segura en el combate, incompa
rable, perfectamente acomodada en mi puño en la refriega, mi Maza
de Cincuenta cabezas, la cual, como un voraz incendio, ha devora
do la región rebelde.
Tras habérselas enseñado a los dioses, Ninurta, abandonando las
estancias del Kiur, se dirigió a los aposentos de Enlil, su padre. Lle
gado ante él, le expuso con todo afecto una serie de peticiones.
Le habló así:
— Que mi padre acoja en su templo todos mis artefactos de gue
rra que he traído conmigo, mis valedores en la lucha. Que Enlil
lave ritualmente mis queridísimas armas. Que asperge con agua san
ta aquellas que portan mis poderosos brazos. Que en la Sala del
trono me procure un lugar de gloria y ponga sobre un pedestal
mi carro soberbio, además de uncir, cual bueyes cornúpetas, a los
guerreros capturados con mi mano. Que haga que los reyes que
he hecho prisioneros me rindan homenaje, como a la luz del cie
lo. Puesto que yo soy el único valiente, sin igual en la Montaña,
yo, Ninurta, deseo que todos al oír mi nombre, se prosternen. ^ j
Después de haberle solicitado aquellas peticiones, Ninurta se vol- .=
vió a los demás dioses, que también habían acudido junto a Enlil, :
y les dijo: ~
—Yo soy el omnipotente hijo de Enlil, leontocéfalo, y a quien
ha engendrado en su fuerza. Soy la tempestad bajo el cielo, «argo- -
lia» de los dioses, el único a quien An haya preferido en su pre- -~
ponderanda, maza que ha destruido la Montaña, digno de la sobe- /:
ranía allá en lo alto. Soy el arma poderosa en el combate, animada T
por la sagrada diosa Inanna, bravo guerrero, consagrado por Enki, '
el señor de la sabiduría, para los me temibles. ¡Que se reconozca
mi superioridad hasta los confines del universo! ¡Que me envuel
va el mayor respeto, a mí, el más dotado de los dioses!
Habiendo solicitado estos reconocimientos al conjunto de dio
ses, Ninurta comenzó a formular una serie de votos en favor de la
ciudad que lo acogía, Nippur, y de su magnífico templo, el Ekur.
Así pues, elevando el tono de la voz, dijo:
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