Page 191 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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EL  R E G R E SO   DE  N IN U R TA   A  N IPPU R


        Un magnífico y largo canto  «shirsud», compuesto a finales del tercer mile­
        nio  a.C., en  sumerio, en  honor del  dios  Ninurta, se  hizo  muy famoso,
        a  deducir  de  las  numerosas  copias  (en  acadio)  que  se  realizaron  hasta
        alcanzar  la  época  neoasiria.  El  texto  tiene  como  argumento  el  regreso
        de tal éios, victorioso, a Nippur, en donde, en virtud de sus hazañas mili­
        tares  contra países  enemigos  (simbolizados  en  la  Montaña),  reclama  la
        soberanía  sobre  Sumer.

        ¡Oh  hijo  de  Enlil,  constituido  como An, el padre  de  los  dioses!
     ¡Oh, Ninurta, nacido  de  la  diosa  Nintu  y  constituido  como  Enlil,
     el  Gran  Monte,  el  que  decreta  los  destinos!  ¡El  más  poderoso  de
     los Anunna, que son semilla del cielo, salido de la Señora de la Mon­
     taña!  ¡Tú  que  difundes  un  espanto  terrorífico,  hijo  de  Enlil, segu­
     ro  de  tu  fuerza!
        Eres,  en  verdad,  glorioso,  rey  mío.  ¡Que  se  celebre  tu  gloria!
     Eres glorioso, Ninurta. ¡Que se celebre tu gloria!  ¡Soberano de todos
     los  países  a  causa  de  tu  enorme  valor  y  campeón  de  Enlil  por  tu
     inmenso  vigor!  ¡Héroe  temible,  te  has  hecho  dueño  de  todas  las
     normas,  de  los  augustos  me,  tan  grandes  como  el  cielo!  ¡Te  has
     hecho  dueño, hijo  de  Enlil,  de  los  augustos  me,  tan  grandes  como
     la  tierra!  ¡Te  has  apropiado  de  los  me  de  la  montaña,  tan  podero­
     sos  como  el  cielo!  ¡Te  has  hecho  dueño  de  los  me  de  Eridu,  tan
     poderosos  como  la  tierra!
        ¡Has  hecho inclinar a los  dioses  ante  ti, has hecho  inclinar a los
     Anunna  ante  ti, oh  Ninurta, de  valor  contrastado!
       En  aquella  ocasión  se  produjo  una  tempestad,  que  pudo  ser
     reprimida por decisión  soberana. Una  tempestad  que  fue  domeña­
     da  por  la  determinación  del  señor  Ninurta.  Contra  la  montaña
     hostil  se  luchó,  contra  las  plazas  fuertes  de  la  región  rebelde  se
    luchó.  Implacable  y  terrorífico  el  Señor  Ninurta  luchó  contra  sus
     enemigos.  Desencadenada  en  el  cielo  y  en  la  tierra  su  voluntad
    furibunda hizo  que la Montaña fuese nada más que un cadáver. Su
     despiadada  prestancia, su  cornamenta,  similar  a  la  de  un  uro,  rápi-


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