Page 55 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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cuenta en total, más los dioses que deciden los destinos, todos sie
te, se apoderaron de Enlil en el Kiur, diciéndole:
— Enlil, ser inmortal, violentador de las normas, sal de la ciu
dad. ¡Abandona la ciudad, oh Nunamnir, violador de doncellas!
Enlil, conocido también con el apelativo de Nunamnir, siguien
do la decisión tomada por los grandes dioses, se puso en camino
hacia el Más Allá, hacia las regiones inferiores. Expulsado «de arri
ba» debería habitar, hasta que lo decidiera el Consejo de los dio
ses, en las regiones «de abajo». Sin embargo, Ninlil, que se hallaba
encinta del dios, y de quien se había enamorado, le siguió. Se negó
a quedarse atrás, en el cíelo. ¡Había decidido acompañarle en el
destierro!
Aquella decisión inquietó sobremanera a Enlil. Si aceptaba la
compañía de la hermosa Ninlil, su hijo Sin-Ashimbabbar, destina
do en el principio de los tiempos a gobernar la Luna, se vería rele
gado a las regiones infernales, pues el parto, a no dudar, tendría lugar
en la Casa de las tinieblas. Sin-Ashimbabbar no gobernaría desde
el cielo sino desde el Infierno.
Para evitar aquella desgracia, el dios urdió un plan complejo, pero
de resultados que esperaba positivos.
Enlil llegó, por fin, ante la muralla del Infierno. Tras él arribó
Ninlil.
— ¡Portero! — dijo Enlil— . ¡Hombre del cerrojo! ¡Hombre de
la cerradura! Ninlil, tu reina, va a venir. Si te hace preguntas acer
ca de mí, tú no le dirás nada de mí, no le dirás quién soy. ¡Ahora,
vete, déjame ocupar tu lugar!
En efecto, Ninlil, nada más llegar a la Gran Puerta del Infierno,
se dirigió a quien creía que era el portero:
— ¡Hombre del cerrojo! ¡Hombre de la cerradura! ¿Dónde se
halla tu soberano?
Y Enlil, haciéndose pasar por el portero, le respondió:
— Mi rey no me ha informado de nada. Tan sólo me ha dicho
Enlil algo acerca de mi cuerpo. También que ha dejado a su amor
en el cielo. Eso es lo que me ha dicho Enlil, el rey del mundo.
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