Page 59 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
P. 59

Estás  erguido  en  Eridu,  la  más  antigua  ciudad  sumeria,  como  un
     altivo  dragón  a  cuya  sombra  se  acoge  el  mundo. Eres  un  frondoso
     bosque  que  extiende  sus  ramajes  por  todo  el  país.
        — Enki, señor  de  la  opulencia  para  los Anunna, la  simiente  del
     cielo,  a  la  que  quiere  sobremanera An.  Nudimmud,  omnipotente
     en  el  Ekur,  poderoso  en  cielos  y  tierra. Tú  posees  un  palacio  sin
     rival,  establecido  en  el Abzu,  en  el  abismo  primordial,  en  el  reino
     de. las  aguas  dulces, palacio  que constituye la gran columna del cie­
     lo  y  de  la  tierra.
        — Con  una sola mirada, Enki, tú  trastornas  la  montaña  de  don­
     de  provienen  fieras  y  ciervos, jabalíes  y  cerdos  salvajes.  Hasta  las
     praderas, hasta  los  precipicios  de  las  montañas, hasta  los  cielos  tor­
     nasolados  e  impenetrables  tú  diriges  tus  miradas,  semejantes  a  las
     cañas  halhal.
        — Tú  eres  quien  cuenta los  días, pones  en su  casa a los meses y
     das  fin  a  los  años. Y, cuando  concluye  cada  uno,  expones  al  Con­
     sejo, en  la Sala de los  destinos, la decisión exacta y declaras, en pre­
     sencia  de  todos, la  sentencia.
        — Venerable  Enki,  tú  eres  el  rey  de  la  totalidad  de  los  hombres
     en  su  conjunto. Apenas  has  terminado  de  hablar, todo  abunda y  la
     opulencia  llega  a  la  tierra. Tus  árboles,  cargados  de  frutos,  árboles
     que  tú  has  propiciado, adornan  y  enriquecen  el  espacio  reservado
     a  los  dioses. Lo  mismo  ocurre  con  tus  corderos  y  rebaños  escogi­
     dos. Y   cuando  se  han  trabajado  tus  campos, montones  y montones
     de grano  quedan reunidos en ellos. En las campiñas, pastores y esta­
     blos  dispensan  la  rica  y  pura  leche,  el  pastor  modula  alegremente
     su  canción, el pastor maza  con paciencia  el  odre  de  leche. Y  tú, tú
     dispones  según  los  ritos  todos  sus  productos  en  los  platos  para  el
     comedor  de  los  dioses.
        — Dispuestos  los  bienes  para  los  seres  divinos  tu  palabra  tam­
     bién  llena  de  fuerza  al  hombre joven,  semejante  a  un  toro  que
     acornea  en  la  arena. A  tus  palabras,  la  hermosa joven  ajusta  en  su
     cabeza  su  encantador tocado, que  todo  el  mundo  admira. Por otro
     lado, Enlil,  el  Gran  Monte,  te  ha  otorgado  tener  alborozados,  ale­
     grar  su  corazón, a  señores  y  reyes.


                                 -  62  -
   54   55   56   57   58   59   60   61   62   63   64