Page 60 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
P. 60

—Enki,  señor  de  la  abundancia  y  del  saber  hacer, Enki,  cono­
    cido  también  como Ea  el ingenioso, señor querido  de An con pre­
    dilección, ornamento  de  Eridu, tu  santa  ciudad. Tú  eres  quien  pla­
    nea  órdenes  y  decisiones,  quien  detienes  a  sabiendas  los  destinos.
    Tú  eres  quien  cuenta  los  días, quien  pones  en  su  casa  a los  meses,
    quien  haces  medir  el  cielo  a las  estrellas, cuyo  número  tú  conoces.
    Tú  eres  quien  ha instalado  a las  gentes  en  sus  lugares y  tienes  cui­
    dado  de  que  ellos  sigan  a  su  pastor, tú  que  les  has  hecho  dejar  en
    sus  hogares  las  armas  asegurándoles  así  vivir  en  paz.

       —Ahora voy a recordar a las  gentes, con mis  humildes palabras,
    los  beneficios  recibidos  del  dios. Efectivamente, cuando  el  venera­
    ble  Enki  recorrió  la  tierra  sembrada,  ¡cómo  hizo  crecer  la  fecunda
    semilla!  Cuando  Nudimmud  — así  era  conocido  Enki  en  cuanto
    procreador  del  hombre—   apareció  entre  nuestras  fecundas  ovejas,
    ¡hizo  nacer  herrnosos  corderos!  Cuando  apareció  entre  nuestras
    fecundas vacas, ¡hizo  nacer rollizos  terneros!  Cuando apareció  entre
    nuestras  ubérrimas  cabras, ¡hizo  nacer sanos  cabritillos!  Cuando  tú,
    oh  Enki,  acabaste  de  visitar  nuestrps  campos  y  campiñas,  sobre  la
    alta llanura amontonaste  el grano  en  montículos. A poco  que  tú  te
    preocupes,  los  lugares  más  áridos  del  país  se  convierten  en  ver­
    deantes  pastos.
       — Sé  que  Enki, el  señor del Abzu, en  su  irresistible  majestad, se
    glorificó  en  estos  términos  que  deseo  que  conozcáis:
       — «Mi  padre,  el  soberano  del  cielo  y  de  la  tierra, me  ha  situa­
    do  en  el  primer  rango  del  universo. Mi  hermano  mayor, el  rey  de
    todos los países, ha reunido  en mis manos  todos los poderes, y des­
    de  el  Ekur,  el  templo  de  Enlil, yo  he  traído  a  Eridu,  a  mi Abzu,
    todas  las  técnicas.  ¡Yo  soy  el  heredero  legítimo, nacido  del Toro,  el
    hijo  que  honra  a An!»
       — Tras  aquellas  palabras, dichas  con  su potente  voz, signo  de  su
    gran  autoridad, Enki  continuó  su  autoglorificación:
       — «Soy  el  enorme  huracán,  surgido  de  debajo  de  la  tierra,  soy
    el  gran  señor  del  país,  el  primero  de  los  reyes,  el  padre  del  mun­
    do,  el  hermano  primogénito  de  los  dioses,  el  creador  de  la  opu-



                                -  63  -
   55   56   57   58   59   60   61   62   63   64   65