Page 61 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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lencia, el canciller del cielo y de la tierra. Soy la destreza y la inge
niosidad supremas. Soy quien, junto con An, sobre su trono, impar
te justicia. El que, para organizar los destinos, escruta la tierra jun
to a Enlil. Es éste quien me ha confiado tal encargo hasta los
confines del mundo. Soy el verdadero preferido de Nintu, la madre
de los dioses; soy quien ha recibido de Ninhursag, la paredra de
Enlil, un destino dichoso. Soy el jefe de los Anunna, el hijo más
importante de An, el que honra a su padre.»
— Y cuando el señor hubo proclamado, de esta manera, su supre
macía y el gran príncipe hubo finalizado su propia alabanza, los
dioses Anunna, de pie ante él, le rogaron y le invocaron así:
— «Señor que tienes la guarda de todas las técnicas, experto en
decisiones, digno de aplauso, oh Enki, gloria a ti.»
— Aquellas palabras le agradaron sobremanera a Enki, quien por
segunda vez, majestuosamente se glorificó de esta manera:
— «Soy yo el señor del orden indiscutible, soy quien tiene el
primer rango del universo, el que está a la cabeza de todo. A mi
orden han sido construidos los pesebres y cercados los rediles. Si
toco el cielo, chorrea una lluvia de prosperidad, si toco la tierra, se
produce la crecida de las aguas, si toco las verdes praderas, se amon
tonan pilas de grano, todo ello a mi orden.»
— Los dioses Anunna, con sus ojos fijos en Enki, todos silen
ciosos, asentían a las palabras del dios. Y éste, a continuación les
recordó cómo había edificado su templo, el Abzu.
— «En un lugar santo he edificado mi palacio, mi santuario. Le
di un nombre favorable. En Eridu, en la boca de las aguas, he eri
gido mi Abzu, mi santuario, y le he decretado un destino dichoso.
Su sombra se extiende sobre la adormecida laguna, en donde, entre
las dulces plantas, los peces suhur-mash, peces de gran tamaño, agi
tan sus agallas. Por entre los cañaverales las carpas mueven sus colas
y los numerosos pajarillos gogean en sus nidos. Los encargados del
santuario acuden a mí y guardan silencio ante mi majestad. Dife
rentes sacerdotes se purifican con agua en mi presencia. Tras ello,
entonan sus cantos sagrados y conjuros. Palabras de oración llenan
mi Abzu.»