Page 62 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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— A continuación Enki, con su poderosa voz, habló a los Anun
na de su maravillosa barca.
— «Sabed que mi barca, a la que llamo “ Corona del rebeco del
Abzu” , me transporta alegremente allá a donde quiera ir. Sobre la
excelsa laguna, mi sitio favorito, balancea sus flancos, levanta hacia
mí su proa y sus remeros saben remar tan bien, al son de acompa
sados cantos, que el río exulta de alegría. Su capitán, Nimgirsig,
levanta su bastón de oro para gobernar la “ Corona del rebeco del
Abzu” , mi barca.»
— Dichas aquellas palabras a los Anunna, Enki decidió embar
carse para visitar todos sus dominios y preparar así, adecuadamen
te, sus destinos, pues era llegado el tiempo para ello.
— «Queridos Anunna, me despido de vosotros. Quiero mar
charme, voy a recorrer mi país, voy a organizado y determinarle
su destino. ¡Alegraos!»
— A continuación Enki les comunicó que primero visitaría la
totalidad de Sumer. Haría que a sus gentes les llegasen los ricos
productos de Magan, lejano país al borde del océano, y de Dil-
mun, tierra mítica, perdida en el mar, así como el oro y la plata
de Meluhha, la Montaña Negra, en el extremo de Oriente. En
cuanto a las gentes salvajes, aquellas que no tenían casas ni ciuda
des — como, por ejemplo, los martu, que habitaban en Occiden
te— , a ellos les ofrecería compartir rebaños. Deseaba que, sobre
todo, arribasen aquellas riquezas a Nippur, la ciudad en la que se
levantaba el majestuoso templo de Enlil, el rey de todas las tierras.
— Los Anunna, dirigiéndose entonces al gran príncipe que esta
ba a punto de marchar para visitar sus tierras, le hablaron así:
— «¡Señor, señor de los grandes poderes, de las santas normas,
cargado de grandes poderes, de innumerables poderes. Tú, el de
más idea en todo el enorme universo, tú, que para Eridu, el santo
lugar, has reservado los más importantes poderes, Enki, señor del
universo, te glorificamos!»
— A continuación, todos los señores y todos los reyes, todos los
exorcistas de Eridu, todos los sacerdotes de Sumer, vestidos de lino,
cumplieron las liturgias lustrales del Abzu, que dedicaron al gran
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