Page 67 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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— Enseguida, Enki  invocó  a  la  lluvia, al  agua  del  cielo, a  la  que
     situó  allá  a lo lejos, balanceándose, bajo  el aspecto  de  nubes flotan­
     tes. Y  rechazó  hasta  el  horizonte  al  viento  que  las  mueve  a  fin  de
     transformar los  eriales  en  campos  de  cereales.
       — Al cabalgador de las tempestades, que arremete sobre el relám­
     pago,  al  que  encierra  el  cielo  con  su  augusto  cerrojo,  al  hijo  de
     An, al inspector del  universo, a  Ishkur, señor  de  la  abundancia, a  él
     Enki  lo  puso  al  frente.


       — Enki  creó  entonces  el  arado,  dotado  de  yugo  y  tiro  consti­
     tuido por cornudos bueyes, a fin de que se pudieran abrir los nobles
     surcos  y  así  hacer  crecer  el  cereal  en  los  campos  cultivados.
       —Y  fue  al señor coronado  con  el  «terror de la llanura», al  hábil
     granjero  de  Enlil, a  Enki indu, patrón  de  los  surcos  y  de  los  terra­
     plenes, a  quien  le  encargó  la  agricultura.

       — Después,  el  señor  se  volvió  hacia  el  campo  cultivado  y  lo
     dotó  de gunu,  de  arvejas,  de  lentejas,  de  habas. Amontonó  en  él
     pilas  de  grano  eshtub,  de  grano gunu,  de  grano  innuha.  Multiplicó
     allí  las  gavillas  y  las  piedras  de  molino. Y  para  Enlil  extendió  la
     opulencia  en  la  región.
       —Y fue a la señora de cabeza y cuerpo moteado, de rostro  cho­
     rreante  de  miel,  la  procreadora,  la  vigorosa  del  país,  vida  de  los
     «cabezas-negras», fue a Ashnan, el buen-grano, el alimento de todos,
     a quien  puso  al  frente  de  los  cereales.
       —Tras  ello,  el  gran  príncipe  aseguró  la  piqueta  con  una  cuer­
     da, dispuso  el molde  de fabricar los ladrillos, y cortó, como  se hace
     con  la  buena  mantequilla,  pedazos  de  la  argamasa  del  interior  del
     molde.
       —Y  fue  al  dios  de  la  piqueta,  cuyo  penetrante  diente  semeja
     una  serpiente  que  devora  carroña,  cuyo  sólido  molde  de  ladrillos
     no  tiene  igual,  a  Kulla,  que  sitúa  rectamente  los  ladrillos  ya  talla­
     dos, a  quien  le  encargó  tal  industria.


       —Después, Enki sacó la cuerda de medir, trazó los cimientos rec­


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