Page 64 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
P. 64

los  sacerdotes  provistos  de  tiara.  Eminentísimo,  tu  señor  Enlil  se
    asienta junto a An, sobre su trono. Tu rey, el venerable Enlil, el Gran
    Monte, el padre  del  universo, te ha  cubierto  con un precioso  man­
    tel de riquezas. Los Anunna, los grandes dioses, instalados en tus resi­
    dencias,  festejan  su  alegría  en  sus giguna  entre  innumerables  clases
    de  embriagadores  olores, destilados  por  sus  árboles.»
       — Dichas  aquellas  palabras  alusivas  al  ingenio  y  habilidad  de  las
    gentes  de  Sumer,  el  dios  Enki  finalizó  sus  palabras  con  la  siguien­
    te  predicción:
       — «¡Casa  de  Sumer,  te  edificarán  numerosos  establos  y  se  mul­
    tiplicará  en  ellos  tu  ganado  mayor!  Se  construirán gran  número  de
    apriscos e innumerable será, por lo tanto, tu ganado menor. Tu gigu­
    na  tocará  las  nubes,  la  ziqqurratu,  torre  escalonada  de  tu  santuario
    auténtico,  alcanzará  el  cielo. Y  los Anunna,  allí,  determinarán  los
    destinos.»

       — Después, vuelto  a  su  barca, Enki  se  encaminó  a  la  ciudad  de
    Ur. Llegado  allí, a la  santa  ciudad  del  dios  Luna, el  rey  del Abzu  se
    dispuso  a  decretarle  su  destino:
       — «¡Ciudad perfecta, que  tienes  tus pies  en  el  agua, toro  poten­
    te,  rico  estrado  que  domina  la  tierra,  verde  como  la  cima  de  una
    montaña, arboleda de cedros hasur, bosquecillo embalsamado, de dis­
    tendida  sombra, seguro  de  tu  fuerza!  Las  normas  dispuestas  para  ti
    te  colmarán, porque  Enlil, el  Gran Monte, ha proclamado  tu  subli­
    me  nombre  en  el  cielo  y  en  la  tierra.  ¡Ciudad  santa  de  Ur,  serás
    enaltecida  hasta  el  cielo!»
       — El  dios  Enki,  prosiguiendo  con  su  navegación,  arribó  nada
    menos que al país de Meluhha, la Montaña Negra, situada en el leja­
    no  Oriente. También  le  decretó  sus  destinos.
       — «¡Oh  país  de  gentes  de  tez  oscura! Tus  árboles  serán  vigoro­
    sos  y  tus  bosques  tupidos.  Los  tronos  que  con  ellos  se  fabricarán
    tendrán  su  digno  lugar  en  los  palacios  de  los  reyes. Tus  cañas,  tus
    bambúes, serán  gigantes: los  valientes  las  blandirán  como  armas  en
    los  campos  de  batalla.  Poderosos  serán  tus  toros,  tus  toros  indíge­
    nas; sus  mugidos  serán  semejantes  al  de  los  uros.  Grandes  poderes
   59   60   61   62   63   64   65   66   67   68   69