Page 56 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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— Si  Enlil  es  tu  rey, yo  soy  tu  reina — respondió  ella— .  ¡Ábre­
    me  la  puerta!
       — Si  tú  eres  mi  señora  deja  que  te  toque  tu  mejilla.
       — ¿Cómo  te  atreves  a  eso?  En mi  seno  está la semilla. Traigo  en
    mi  seno  la  brillante  semilla  de  Sin  — replicó  Ninlil.
       — Bien -—dijo  él— ,  que  la  semilla  de  mi  rey  suba  allí  arriba,  al
    Cielo, pero  que la mía descienda a la tierra, allá abajo. Que mi semi­
    lla, en  lugar  de  la  de  mi  señor, vaya  a  la Tierra, allá  abajo.  Si  quie­
    res proseguir tu  camino y encontrar a Enlil deja que yazga  contigo.
       Ninlil  en  su  deseo  de  ver  a  su  amado  hubo  de  ceder  a  aquella
    petición. Y  Enlil, bajo  el  aspecto  del  portero  se  acostó junto  a  ella
    en una  estancia  que  se  abría  en  el  espesor de  la  muralla del  Infier­
    no. Allí la abrazó, la besó, se  unió  a ella. ¡Vertió  en su seno la semi­
    lla  de  Nergal-Meslamtaea, el  futuro  rey  del  Infierno!
       Tras ello Enlil se puso nuevamente en ruta. Pero Ninlil le seguía.
    Nunamnir  continuó  su  camino, pero  Ninlil le  seguía. En  su  nueva
    etapa  el  dios  encontró  al  «hombre  del  río  infernal»,  vigilante  de
    aquella tenebrosa vía de agua y devorador de las gentes. Enlil le puso
    sobre  aviso  de  la  llegada  de  Ninlil. Le  dijo  las  mismas  palabras  que
    había  dicho  al  portero  del  Infierno. Es  más, Enlil  utilizó  el  mismo
    ardid.Tomó el aspecto del «hombre del río infernal» y volvió a unir­
    se  a  Ninlil, a  la  qué  le  había  exigido  la  relación  para  poder  conti­
    nuar su  camino. Enlil vertió  en  ella la  semilla  de  Ninazu, el  patrón
    del  Egidda,  el  «templo  largo»  de  la  ciudad  de  Enegi.
       A  los  tres  primeros  encuentros  con  Ninlil,  todos  ellos  urdidos
    con  mentiras, y  fruto  de  los  cuales  serían  los  nacimientos  de  Sin,
    Nergal  y  Ninazu, todavía  le  siguió  un  cuarto.
       Enlil  continuaba  en  su  camino  a  su  destino  final,  el  centro  del
     Infierno. Pero Ninlil, perdidamente enamorada, al tiempo que ultra­
    jada,  le  seguía. Enlil  encontró  a  Silulim,  el  barquero  del  Infierno.
    Después  de  haberse  identificado  y  decirle  que  Ninlil  iba  a  llegar
    tras  sus  pasos, Enlil  tomó  el  aspecto  de  Silulim. Llegada la  diosa, le
    solicitó  al  barquero  del  Infierno  que  la  condujese  al  Palacio  infer­
    nal, pues buscaba a Enlil, allí desterrado. Además, le indicó  que  traía
     en  su  seno  la  semilla  de  Sin.


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