Page 52 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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quienes, las nubes, llevando el agua del cielo, hacían crecer.
De pronto, el gran bosque hizo relumbrar al universo en una
plenitud lujuriante. El bosque, sobre los campos cultivados, pasó a
ser con el arado como hermano y hermana. Sí, el bosque era el her
mano; el arado era la hermana. En donde ponía su pie surgían los
más variados productos. Regalaba almacenes repletos de produc
tos. Incluso Ezinu-an, que así se llamaba el trigo, y que era el con
suelo de las gentes y del país, pues gracias a él podían vivir, levan
taba su cabeza hacia el cielo.
La Tierra, toda entera, y sus hermosos campos cultivados amon
tonaban montones de trigo para el rey Shulgi. Los dátiles, la higue
ra, el níspero, el árbol mipar, el granado, el manzano, la viña de abier
tos pámpanos, el árbol lam, el roble, el álamo, la madera urzinum, el
olivo, el alfóncigo eran productos del bosque.Y el bosque, como tri
buto y regalo, con toda alegría, los estrechaba en su pecho...
ENLIL Y NINLIL
Gradas a una veintena de tablillas·, de época paleobabilónica, redactadas
en sumerio y localizadas en Nippur, y otras dos escritas en bilingüe
(sumerio y acadio), se conoce un mito arcaico, justificativo del poderío
de Enlil y de cómo había engendrado al dios Sin, el dios luna (un
dios «de arriba») y también a tres dioses infernales («de abajo»), todos
ellos, a pesar de la incongruenda teológica, considerados hijos del mis
mo dios. La estructura del texto, con la repetidón de amplios pasajes y
sus epítetos iterativos, evidencian una tradición oral anterior.: El mito
presenta a Enlil y a su paredra Ninlil bajo los condicionantes de las
pasiones puramente humanas, tradudendo así la moral sexual corriente
de la antigua Mesopotamia.
Cuando todavía no existían ni la tierra, ni los hombres, ni el
ganado ni las plantas, en la celeste Nippur, residencia de los dioses,
habitaba también la diosa Nunbarshegunu, la «vieja diosa» asocia-
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