Page 48 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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Enki  no  pudo  eludir  la  maldición,  pues  eran  palabras  pronun­
     ciadas  por  la  boca  de  una  diosa.  Para  evitar  sus  dañinos  efectos  el
     dios  reflexionó. Debía  buscar una solución. Debía acercarse  a Nin-
     mah  y  hablarle. Acordado  un  encuentro  mediante  sus  respectivos
     embajadores, ambas  divinidades  reconocieron  sus  culpas. La  fiesta y
     el  excesivo  consumo  de  cerveza, que  habían  seguido  al proceso  de
     la  creación  de  los  seres  humanos,  habían  sido  la  causa  de  lanzarse
     un  reto  de  tan  graves  consecuencias.
        — Cierto  es,  Ninmah  — comenzó  diciendo  Enki— ,  que  hice
     frente  a  tus  propuestas  de  si  era  o  no  capaz  de  hacer  frente  a  los
     destinos  que  tú  asignaras, buenos  o  malos,  a  las  criaturas. Y  así  lo
     hice. Pero  recuerda  que yo  soy  el dios  de la  sabiduría, soy  Nudim-
     mud.  Lo  que  dice  mi  boca  no  lo  puede  cambiar  nadie. Además
     debes recordar que yo  quise que estuvieses presente en el acto crea­
     dor, junto  a  otras  diosas.
        — Desde  luego  — le  respondió  la  diosa— .  Reconozco  que  la
     cerveza me llevó a olvidarme de mi exacta posición. Fui muy orgu-
     llosa. ¿Quién puede escapar a tus órdenes? — terminó diciendo Nin­
     mah.
        Enki, a  aquellas  palabras, respondió:
        — Ninmah, ¿quién va a dudar de las  palabras  salidas  de  tu boca?
     Acoge  en  tu regazo  al  utnul, a  esa  criatura impotente.  ¡Existe ya  en
     la  tierra! A tu  obra, a lo  que  hiciste, yo  he  mirado  favorablemente.
     Lo que creaste imperfecto yo traté de que sobreviviera. ¿Quién pue­
     de  contradecirlo?  ¡Está  ahí,  guste  o  no!
        Después  de  aquellas palabras y viendo  que  Ninmah permanecía
     callada, reconociendo  que lo  hecho  era imposible de  eludir, el gran
     dios  Enki  finalizó  diciendo:
        — Que  se  celebre  mi  poder  creador,  brillante  en  su  sabiduría.
     Que Enkum y Ninkum, dioses  de mi  entorno, canten también mis
     alabanzas. Reconoce  mi  superioridad, hermana  mía, glorifica  todo
     lo  que  he  hecho. Y  que los  dioses, una vez informados  de  esto, me
     erijan  un  templo  en  recuerdo  de  este  asunto  del  umul
        Como  se ha visto, ¡Ninmah no pudo rivalizar con el gran señor
     Enki!


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