Page 46 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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las  que  Enki  había  solucionado  el  problema  de  aquellos  humanos
     con  deficiencias, el  dios, comportándose  con  genio, dado  su  pode­
     río, situó  el  molde  en  tierra, y  le  dijo  a  Ninmah:
       — A  todo  lo  que  tú  has  hecho,  como  ves,  le  he  asignado  un
     destino y  dado  algo  con lo  que  puedan  vivir a pesar  de  sus  caren­
     cias  físicas. Ahora, a  mi  vez, yo  te  fabricaré  cualquier  cosa. Asígna­
     le  de  golpe, improvisadamente, un destino. ¡Encuéntrale  un empleo
     adecuado!
       Y     dicho  aquello, Enki  hizo  una  especie  de  cabeza, una  boca  y
     unas  partes  internas. Tras  lo  cual  dijo  a  Ninmah:
       — Después  de  verter en  el  seno  de  una  mujer el  esperma  de  lo
     que  acabo  de  crear la  ha  dejado  encinta. Dentro  del  tiempo  surgi­
     rá  la  criatura.
        Pasado  el  tiempo  de  la  gestación  Ninmah  asistió  al  nacimiento
     del  nuevo  ser. La mujer había  dado  a luz un  elemento  que  se  con­
     virtió  en  un  abrir y  cerrar de  ojos  en  un  umul, una  criatura seme­
    jante  a  un  anciáno.
        Aquel  ser  tenía  la  cabeza  inerte,  la  respiración  entrecortada,  el
     tórax  raquítico,  el  pecho  flácido,  el  corazón  enfermo  y  el  vientre
     también  enfermo. Las  manos  eran incapaces  de  aguantar la  cabeza,
     incluso  de llevarse  el alimento  a la boca, la columna la tenía peno­
     samente  curvada, los  hombros  caídos, los  pies  dificultosos,  incapa­
     ces  para  caminar por  el  campo.
        Ante  aquel  extraño  ser, Enki  le  dijo  a  Ninmah:
       — Recuerda,  Ninmah,  que  a  todo  lo  que  habías  hecho  yo  le
     designé  un  destino  y  le  di  algo  para  que  pudiera  vivir. Al  ser  que
     ha  resultado  de la cosa que  creé  desígnale  tú  ahora un  destino  para
     que  también  pueda  vivir. Esta  es  la  respuesta  a  tu  reto.
        La  diosa  Ninmah,  vuelta  hacia  el  umul,  lo  examinó  con  suma
     atención, se  acercó  a  él, se  retiró  de  él, dio  vueltas  a  su  alrededor.
     Le  llegó  a  hacer  preguntas,  pero  aquel  ser  no  podía  responderle,
     no  sabía  hablar. A  continuación  la  diosa  le  ofreció  pan, pero  él  no
     lo pudo coger, era incapaz a causa de sus defectuosas manos. El umul
     se  hallaba  de  pie, no  podía  ni  sentarse  ni  acostarse,  era  incapaz  de
     hacerse  una  casa, no  podía  comer.


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