Page 84 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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da,  el  Cercado  donde  engordan  los  animales,  el Amontonamiento
     de las  brasas, el Redil, el Respeto, la  Reverencia, la Moderación, la
     Mentira,  el Arte  de  encender  el  fuego,  el Arte  de  apagarlo, el Tra­
     bajo, la  Reunión  de  la  familia, la  Controversia,  la  Fatiga,  la Victo­
     ria, el Consejo, el  Corazón turbado, el Juicio, la Sentencia  del juez,
     la Vida  familiar,  la  Belleza  de  la  mujer,  el  Secreto,  el  santo  tigi,  el
     santo lilis, el santo ub, el santo mesi, el santo ala, que son instrumentos
     musicales...
        Isimu, que  seguía sin  salir de  su  asombro, había optado  por reti­
     rarse prudentemente  a  otra  estancia. Su  señor, cuando  estaba bebi­
     do, era siempre imprevisible. En  esta ocasión lo  había sido  más  que
     nunca.
        Inanna,  aceptó  todos  aquellos  valiosos  regalos. Y   antes  de  car­
     garlos  en  su  barca  celeste  para  transportarlos  a  su  ciudad,  a  Uruk,
     le  fue  repitiendo  a  Enki, uno  a  uno, todos  los  me  que  había  reci­
     bido  generosamente. A  las  palabras  de  Inanna,  pronunciadas  con
     queda  voz, Enki  asentía  con  una breve  inclinación  de  cabeza.
        Cuando terminó  de hablar Inanna, Enki llamó, elevando  su voz,
     a  Isimu, su  mensajero:
        — ¡Ven,  Isimu, mi  buen  mensajero, personaje  celeste!  ¿Por  qué
     te  has  marchado?  ¡Acude  aquí!
        — Heme  aquí,  rey  mío  — dijo  Isimu— .  ¡Estoy  a  tu  servicio!
     ¡Ordéname  lo  que  quieras!
        — Inanna  quiere  regresar a  Uruk, al barrio  de  Kullab. Va  a  mar­
     char antes de  que salga el sol. Que pueda llegar allí sin ningún tipo
     de  obstáculos. Así  lo  mando.
        Inanna, reuniendo  todos los  poderes, los  me de  Enki, que  había
     recibido, los  cargó  en  su  barca  celeste, que se  hallaba  atracada  en  el
     muelle  de  Eridu.  Soltadas  las  amarras  partió  hacia  su  ciudad  con
     su  precioso  cargamento.
        Enki, el  gran  Señor, una  vez  disipados  los  efectos  de  la  cerveza
     y  del  vino,  fijó  su  vista  en  el  aposento  en  el  que  había  estado
     bebiendo junto a Inanna. Levantándose de su sitial examinó el Abzu,
     luego  llevó  sus  ojos  sobre  la  totalidad  de  Eridu. Tras  ello,  mandó
     venir  a  Isimu, su  mensajero.


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