Page 88 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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na los hicieron pasar con toda solemnidad por la puerta del gipar
para detenerse definitivamente ante la puerta del Enun. La santa
Inanna determinó que allí se fijara la barca celeste. Aquél sería su
santo emplazamiento.
Enki, desde Eridu, continuaba deseando saber la exacta situa
ción de la barca, tras los fracasos de las criaturas que había envia
do a por ella. Llamó, pues, a su mensajero Isimu y le preguntó:
— Isimu, mi buen mensajero, ¿dónde se halla en este momento
la barca celeste?
— Está, señor, ahora, en el Muelle blanco de Uruk.
— Bien, no he podido hacer nada. Debo resignarme a la reali
dad de los hechos. ¡Que Inanna disponga de los poderes!
Mientras decía aquellas palabras se procedía en Uruk al desem
barco de todos los me. Un equipo de oficiantes de Inanna iba
tomando nota de cada uno de los poderes que se iban desembar
cando, relacionándolos en adecuadas tablillas de barro. La lista era
larga, pues todos los principios civilizadores los había recibido de
Enki. Inanna, por su parte, muy afanosa, iba dando un nombre a
cada uno de los lugares en donde situaba un poder.
Enki, sabedor de aquella acción y de que su hija haría buen uso
de ellos, no pudo menos que exclamar desde su Abzu:
— ¡Inanna, que a la puerta de tu santo gipar, el sumo sacerdote
pase sus días en regocijo! ¡Que los ciudadanos y los niños de tu
ciudad vivan en Uruk agradablemente! ¡En ella radican ahora los
me\ En cuanto a ti, Inanna, que tu ciudad permanezca debidamen
te aliada a Eridu. ¡Al igual que ésta, en la que yo resido, ha sido
grande, que Uruk también lo sea!