Page 87 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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Ninshubur, a la llamada  desesperada  de  Inanna, pudo  salvar la  bar­
     ca  de  la  acometida  del  Gran  pez.
        Enki, insistentemente  exigía  a  su mensajero  Isimu  el retorno  de
     la barca  con su precioso  contenido. En la quinta etapa, el dios envió
     a  los  guardianes  de  Uruk, subordinados  suyos, a  que se  apoderaran
     de  la  barca.  Nada  se  consiguió.  Lo  mismo  ocurrió  en  la  sexta  y
     última  etapa, ya  en  el Turungal, junto  al  que  había  atracado  la bar­
     ca  celeste.  Los  guardas  del Turungal, a  pesar  de  las  órdenes  recibi­
     das, fueron incapaces de oponerse a Ninshubur, el asistente de Inan­
     na, incontaminado  del  contacto  del  agua.
        Tras  partir  del Turungal, Ninshubur habló  a la  diosa:
        — Mi  reina  y  señora, la  barca  celeste  ha  sido  conducida,  hoy,
     hasta  la  gran  puerta  Nigulla, de la  ciudad  de  Uruk.
        De  esta manera  se  salvó  Inanna y  la barca  celeste  con  todos  los
     poderes  cargados  en  su  interior.
        La  diosa  le  contestó  a  Ninshubur:
        — En  efecto, hoy  se  ha  salvado  la barca  celeste, que  por  fin  está
     en Uruk. ¡Que toda la gente recorra las calles, que inunde los cami­
     nos, que  estalle  la  alegría!  ¡Que  los  ancianos  no  emitan  sus  conse­
     jos,  que  descansen!  ¡Que  las  viejas  extiendan  por  doquier la  noti­
     cia!  ¡Que los jóvenes  en  edad  militar rivalicen  en  el  manejo  de  las
     armas!  ¡Que  los  niños  se  diviertan  a  placer!  ¡Que  toda  Uruk  esté
     en  fiesta!
        Inanna, presa de la alegría, aún determinó  otras acciones de  tipo
     festivo: sacrificios  de  bueyes y corderos  por parte  del rey  de  la  ciu­
     dad, libaciones de cerveza, redoble de tambores y tamboriles, músi­
     ca  de los instrumentos  tigi. En una palabra, Inanna exigió  que todo
     su pueblo la glorificara. No era para menos, pues Uruk se iba a con­
     vertir  en  la  ciudad  más  poderosa  del  universo.
        Cuando,  definitivamente, la  barca  celeste  llegó  a  la  gran  puerta
     Nigulla  de  Uruk,  ocurrió  lo  que  la  diosa  había  determinado.  Las
     gentes  llenaron  calles y  caminos y la  algarabía y  el júbilo  se  mani­
     festaron  en  todos  los  rincones  de  la  ciudad.  Una  vez  atracada  la
     barca  cerca  del  Pozo  sagrado  del  muelle, los  sirvientes  del  templo
     sacaron  la  barca  del  agua y  a  ella y a los  poderes  ofrecidos  a  Inan-


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