Page 93 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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prendí que debía protegerlo con un cercado de árboles. Escogí el
álamo y con él construí empalizadas en distintos lugares. A su fres
ca sombra acudió un día Inanna, a la cual vi desde el otro extre
mo del jardín. Me acerqué a ella y aprovechando que se hallaba dor
mida la besé y abusé de ella.
Shukalletuda, con el semblante muy serio, conocedor de su gra
ve culpa, continuó exponiendo a Enki la venganza que había toma
do la diosa. Todas las aguas las había convertido en sangre.
Finalmente, el jardinero le dijo al dios:
— Todavía Inanna no me ha podido encontrar. N o ha tomado
represalias contra mí. ¿Qué debo hacer?
Su padre, entonces, le respondió:
— Hijo mío, piérdete entre tus hermanos, que habitan en ciu
dades. Mézclate, ya, entre los «cabezas negras», tus semejantes. La
mujer nunca te encontrará.
De acuerdo con aquellas palabras el jardinero se fue, dócilmen
te, a vivir entre sus hermanos, que habitaban en ciudades; se mez
cló entre sus semejantes, los «cabezas negras». ¡La mujer no lo pudo
encontrar!
Inanna por segunda vez, a causa de su sexo ultrajado, perpetró
una nueva catástrofe. Ensartando una a una las nubes del cielo desen
cadenó los vientos malvados e hizo remolinar a los ciclones. Detrás
de ella se levantaban fuertes ventoleras y tornados de polvo, que todo
lo inundaban. Y a sus lados, arribados del desierto, la acompañaban
espíritus maléficos que lanzaban sus terribles encantamientos.
La diosa repetía constantemente:
— ¡Debo encontrar a mi agresor, en donde quiera que se halle!
Pero ella no lo pudo localizar.
El hombre joven, el jardinero, marchó de nuevo a la casa de su
padre. Shukalletuda le dijo:
— Padre mío, la mujer de la que te hablé ha provocado una
nueva catástrofe.
Y a continuación, como en la vez anterior, le comentó a Enki
los daños originados a causa de los terribles vientos y tornados que
se habían abatido insistentemente sobre el país.
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