Page 133 - El nuevo zar
P. 133
otras propiedades que habían pertenecido en otro tiempo al Partido Comunista
de la Unión Soviética. La llegada de Putin coincidió con un decreto de Yeltsin
que transfirió el control de las propiedades de los antiguos ministerios que las
habían administrado en tiempos soviéticos, como el Ministerio de Asuntos
Exteriores y el Ministerio de Relaciones Económicas Exteriores, al directorio
de Borodín. Muchas de ellas estaban en antiguos satélites soviéticos o incluso
antiguas repúblicas, como Ucrania, que reclamaban derechos sobre las
propiedades soviéticas en los nuevos territorios independientes. Recayó en
Putin dar sentido a la montaña legal, deshacerse de las propiedades que ya no
valía la pena mantener y reafirmar la soberanía de Rusia sobre las que sí. El
inventario de Putin mostraba claramente la desintegración de la Unión
Soviética y el escarbo de su carcasa para obtener ganancias. «A veces, salían
cosas a la luz que ponían los pelos de punta», dijo el colega de Putin, Serguéi
Chemezov.[29] Docenas de oscuras «corporaciones, agencias de
representación y sociedades de capital» que habían sido misteriosamente
creadas en ese tiempo comenzaron a comprar muchas antiguas propiedades
soviéticas en el exterior, de acuerdo con un joven cobrador de deudas, Felipe
Turover,[30] que había descubierto algunas de ellas y, desgraciadamente para
Borodín, había decidido compartir sus pruebas con fiscales en Moscú y Suiza.
Putin era un subalterno, como escribió un periódico de Moscú en aquel
tiempo en una reseña acerca de su nueva incorporación al aparato del
Kremlin. Era «una persona absolutamente de bambalinas» cuya mayor
cualidad profesional era su invisibilidad.[31] Eso probablemente lo salvó
cuando las luchas de poder que rodeaban a Yeltsin explotaron publicamente,
cuando comenzaba en su nuevo empleo. Aleksandr Lébed, el consejero de
seguridad nacional de Yeltsin, negoció un fin a la guerra en Chechenia en
agosto de 1996 con un tratado de paz que postergó pero no resolvió el
impulso de la república hacia la independencia. Lébed, entonces, chocó
públicamente respecto de los términos y condiciones de este con
Chernomirdin y Chubáis, quienes pusieron distancia respecto de un acuerdo
que parecía conceder demasiado a los chechenos. Las riñas públicas se
volvieron tan intensas para octubre que el ministro del Interior, Anatoli
Kulikov, acusó a Lébed de haber orquestado un «golpe de Estado encubierto»
y puso a la policía nacional en alerta en todo el país. Chernomirdin llamó a