Page 129 - El nuevo zar
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aprobaba la democracia que Rusia tenía entonces.[9] Ahora la mayoría de los
rusos asociaba su democracia con la deshonestidad, la delincuencia y la
injusticia que la propaganda soviética les había hecho temer. Rusia se había
vuelto, en palabras de un historiador, «una visión de pesadilla de Occidente».
[10]
Vladímir Putin, como parecía evidente, compartía esta visión. Había
colaborado en la organización de la campaña para la reelección de Yeltsin en
Petersburgo, aunque cumplió un papel demasiado menor para atraer mucha
atención en Moscú. No obstante, la furiosa lucha de poder tras la victoria de
Yeltsin le abrió un camino inesperado a la capital. Poco después del fin de la
segunda vuelta en julio, el militarista secretario de Estado de Yeltsin, Nikolái
Yegórov, invitó a Putin a Moscú y le ofreció un puesto como subalterno. Pero
dos días después Yeltsin despidió a Yegórov y lo reemplazó por Chubáis, una
reorganización que parecía fortalecer la influencia de los reformistas
económicos del Kremlin y devolverles el favor a los oligarcas que habían
financiado su reelección. Chubáis representaba al clan de Petersburgo en la
nueva Administración de Yeltsin y necesitaba aliados con experiencia en
tratar con funcionarios y empresarios.[11] Se inclinó por otro hombre que
había quedado a la deriva luego de la derrota de Sobchak: no Putin, sino el
otro vicealcalde, Alekséi Kudrin.
Kudrin, que había supervisado las finanzas y el presupuesto de la ciudad,
era mucho más cercano a Chubáis en temperamento y experiencia que Putin,
a quien Chubáis trataba con fría distancia. Chubáis nombró a Kudrin jefe del
Directorio Principal de Control, que funcionaba como auditor del Kremlin,
con competencias para investigar las finanzas de las agencias de Gobierno y
las empresas privadas con las que cada vez estaban más enredadas. En cuanto
a Putin, Chubáis eliminó el puesto en la Administración que Putin había
aceptado de Yegórov apenas días antes. El desaire alimentó la hostilidad entre
los dos hombres, que habían comenzado sus vidas públicas bajo el tutelaje de
Sobchak. «Es muy directo y duro, como un bolchevique», diría luego Putin
sobre Chubáis.[12] Putin regresó a su limbo en San Petersburgo ese verano.
El 18 de agosto, tres días después de que su dacha quedara reducida a
cenizas, la fortuna de Putin cambió. El primer ministro de Yeltsin, Víktor