Page 125 - El nuevo zar
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UN CAMINO INESPERADO AL
PODER
La salvación de Putin no tardó en llegar, y provino de donde era más
improbable: el antiguo aliado de su jefe, devenido enemigo, Boris Yeltsin. A
Yeltsin le había ido mejor con los votantes que a Sobchak; el haber obtenido
la presidencia por segunda vez en el verano de 1996 no parecía menos
milagroso que el descubrimiento de la cruz de Putin entre las cenizas de su
dacha. El índice de aprobación de Yeltsin a fines de 1995 había caído a un 3
%. La guerra que había lanzado en 1994 para derrotar el movimiento de
independencia en Chechenia, que había prometido sería corta y gloriosa, se
había vuelto un callejón sin salida sangriento y humillante. La economía
había continuado su incesante derrumbe, igual que la salud de Yeltsin. A fines
de 1995, tuvo el primero de lo que sería una serie de paros cardíacos, la
gravedad de los cuales no se compartió con el público. Los asistentes más
cercanos a Yeltsin —aquellos que orquestaron la victoria de Yákovlev sobre
Sobchak— conspiraron para cancelar las elecciones de 1996 o respaldar una
alternativa a Yeltsin: el vice primer ministro, Oleg Soskovets. Incluso la
esposa de Yeltsin, Naina, le rogó que no se postulara. «Como lobos que se
vuelven gradualmente hacia un nuevo líder de la manada, mis amigos más
cercanos ya me habían encontrado un reemplazo —reflexionó más tarde
Yeltsin—. Incluso aquellos en los que siempre me había apoyado, que eran mi
último recurso, los líderes espirituales de la nación, incluso ellos me habían
abandonado.»[1]
Aunque no todos lo habían hecho. Demasiadas fortunas dependían de