Page 128 - El nuevo zar
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leía  en  libros  cuando  era  joven.»  Seguiría  buscando,  y  encontraría  a  su
               «general», aunque no en el ejército, sino en otro servicio de seguridad.[7]






               Las acciones de Yeltsin antes de su segunda vuelta expusieron las rencillas
               que había entre sus asesores liberales —sus «fuerzas sensatas»— y la facción
               conservadora  que  incluía  a  Soskovets  y  a  los  «generales»  de  Yeltsin,
               Aleksandr  Koryakov  y  el  jefe  del  Servicio  Federal  de  Seguridad.  Yeltsin

               comprendió  al  fin  aquello  que  Sobchak  había  intentado  advertirle  meses
               antes:  los  halcones  en  su  campamento  «estaban  buscando  una  pelea  para

               alzarse  con  el  poder  en  la  campaña».[8]  Los  guardias  presidenciales  de
               Koryakov  arrestaron  a  dos  asistentes  de  la  campaña,  socios  cercanos  de
               Chubáis y Berezovski, cuando se marchaban de la Casa Blanca con una caja

               de cartón con billetes de 100 dólares: 500.000 dólares en total. Los arrestos
               amenazaron  con  exponer  la  financiación  secreta  de  la  campaña.  Yeltsin
               despidió raudamente a sus asesores y, una semana más tarde, tuvo otro paro

               cardíaco.

                    Pasó  la  última  semana  en  una  cama  de  hospital  instalada  en  la  sala  de
               estar  de  su  dacha.  Su  campaña  canceló  los  actos  que  tenía  programados  y

               simuló que nada había ocurrido, mientras sus asistentes disimulaban, furiosos,
               cuando se les consultaba por la ausencia de su candidato. Cuando la segunda
               vuelta se realizó el 2 de julio, Yeltsin apenas podía emitir su voto, por lo cual
               eligió un centro de votación cercano a su dacha en lugar del de Moscú que

               hubiese utilizado en circunstancias normales. Se las arregló para hablar con
               un grupo de periodistas, pero solo un minuto antes de que los guardias se lo

               llevaran, presurosos, de nuevo a la cama.

                    Y, sin embargo, al cabo, Yeltsin venció a Ziugánov de forma convincente,
               con el 54 % de los votos, frente al 40 % del candidato comunista. Más de tres

               millones de rusos, cerca del 5 %, votaron «en contra de todo». Yeltsin había
               triunfado, pero a un coste enorme para los valores democráticos, debido a los
               trucos  sucios,  las  mentiras  y  el  poder  corrupto  del  dinero.  Puede  que  el
               resultado reflejara la voluntad del electorado, pero la campaña dejó a los rusos

               de a pie con una visión tan hastiada de la democracia del país como la que
               tenían  del  capitalismo.  Podían  no  preferir  un  regreso  al  régimen  soviético,

               pero, de acuerdo con una encuesta a boca de urna, solo el 7 % de los votantes
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