Page 131 - El nuevo zar
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superaba los 600.000 millones de dólares.[18] Borodín mostraba cierto talento
para el capitalismo creativo al diversificar las tenencias del directorio en
sectores recién emergentes como el de la banca y el inmobiliario comercial.
También utilizó la posición para reabastecer la fábrica de apoyos de Yeltsin, y
repartió regalos en forma de apartamentos y dachas, vales para viajes y
vacaciones. La prensa llamó burlonamente a su oficina «el Ministerio de
Privilegios».[19]
El orgullo —y la tontería— de Borodín fue la amplia restauración del
Kremlin, que Yeltsin comenzó en 1994 cuando nadie pensaba que el país
pudiera solventar el gasto.[20] En agosto de 1996, Borodín firmó un contrato
con una compañía suiza, Mercata, para la restauración del Gran Palacio del
Kremlin, la antigua casa de los zares que el Partido Comunista de la Unión
Soviética había reacondicionado con todo el encanto de un auditorio de
fábrica. El proyecto logró recrear el esplendor zarista, pero los contratos con
Mercata y una compañía hermana, Mabetex, también enredarían a Yeltsin y su
familia en un escándalo internacional que involucraba acusaciones por
sobornos y cuentas bancarias en el extranjero.
Putin había conocido a Borodín antes, una vez que visitó San Petersburgo
en busca de una dacha en el norte para Yeltsin. También fue de ayuda cuando
la hija de Borodín, una estudiante universitaria en San Petersburgo, se puso
enferma.[21] El intercambio de ese tipo de favores —conocidos como blat—
había sido una tradición en los sistemas zarista y soviético, en que las
conexiones y redes informales sorteaban los obstáculos burocráticos. Incluso
en una Rusia libre, donde el dinero importaba más, el blat siguió siendo una
moneda de cambio en la política del Kremlin.[22] También ayudó a Putin a
conseguir su primer empleo en Moscú.
Este estaba «algo sorprendido» de que un burócrata tan encumbrado, con
lazos cercanos a la familia de Yeltsin, se interesara por él.[23] De hecho,
Borodín estaba receloso de tener a Putin instalado en su oficina, igual que
otros en el directorio «que sospechaban que Putin era leal a otras personas y
organizaciones».[24] Por su parte, Putin estaba fuera de su elemento en el
invernadero de la conspiración y las luchas internas que consumieron a
Moscú luego de la reelección de Yeltsin y sus (aún secretos) preparativos para
someterse a una cirugía cardiovascular en otoño. Ni siquiera su experiencia en
el Gobierno de Sobchak lo había preparado para esto: era un forastero en
Moscú y casi un ingenuo, también. Al igual que había hecho cuando entró en