Page 135 - El nuevo zar
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—¿Halló quién estaba conectado con ese suministro personalmente? —le
               preguntó el entrevistador de Komersant.

                    —Sí, encontramos sus nombres —contestó Putin.

                    —¿Puede mencionarlos?


                    —Preferiría no hacerlo hasta que la investigación realizada por la Fiscalía
               General y la Fiscalía Principal Militar esté cerrada.

                    —¿Son  funcionarios  del  Ministerio  de  Defensa  ruso?  —presionó  el

               reportero.

                    —Sí.

                    —¿Está en la lista el nombre del exministro de Defensa, Pável Grachov?

                    —No.  En  el  curso  de  la  investigación  que  realizamos,  no  encontramos

               ningún documento que indicara que Grachov hubiera dado alguna instrucción
               directa o directiva al respecto.[33]

                    Putin,  como  veterano  de  inteligencia,  entendía  cómo  calibrar  sus
               respuestas,  hablando  con  renuencia  mientras  revelaba  exactamente  la

               información  que  deseaba  hacer  pública,  y  nada  más.  Grachov,  cuya
               corrupción  era  tan  notoria  que  lo  llamaban  «Pasha  Mercedes» por adquirir
               automóviles  de  lujo  en  circunstancias  inexplicables,  seguramente  sabía

               demasiado  para  que  el  Kremlin  se  enemistara  por  completo  con  él,  pese  a
               despedirlo. Un funcionario de la fiscalía militar, que ya había interrogado a

               Grachov,  se  quejó  en  forma  anónima  de  que  era  prematuro  que  Putin
               exonerara a alguien.[34]






               Supervisar el directorio llevó a Putin por todo el país e hizo que entrara en
               estrecho contacto con la Fiscalía General y las agencias de seguridad, incluido
               el Servicio Federal de Seguridad, el FSB, que era el organismo sucesor local

               del  KGB,  responsable  de  la  seguridad  interna,  el  contraespionaje  y  el
               contraterrorismo,  y  cuyo  cuartel  general  aún  se  encontraba  en  el  ominoso
               edificio  del  KGB  en  la  plaza  Lubianka.  Descubrió  hasta  qué  punto  el

               Gobierno  ruso  estaba  fracasando  en  casi  todos  los  niveles;  su  autoridad,
               siendo  ignorada,  y  sus  recursos,  derrochados  por  gobernadores  y  otros
               funcionarios  que  conspiraban  con  nuevos  empresarios  para  hurtar  todo  lo
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