Page 156 - El nuevo zar
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caso impulsó a Berezovski a salir en público. Se dirigió directamente a Putin
               en una carta abierta publicada en Komersant el 13 de noviembre.

                    «Vladímir  Vladímirovich  —escribió—,  usted  ha  recibido  una  difícil
               herencia  de  sus  predecesores.  Existen  elementos  criminales  y  oficiales  en

               diversos  niveles,  a  quienes  se  ha  corrompido,  incluidos  oficiales  en  su
               agencia, que continúan atacando a personas que no están dispuestas a volver
               al rebaño. El terror criminal crece en Rusia.»[41] Berezovski nunca explicó la

               razón de su apelación directa; algunos funcionarios y periódicos sospechaban
               que ahora intentaba desacreditar a Putin o a otros en el Kremlin (o, por el
               contrario, que intentaba recuperar algo de la influencia que alguna vez había

               tenido allí).

                    Cuando  la  carta  fracasó  en  lograr  gran  cosa,  los  agentes  involucrados
               volvieron a presentarse en público cuatro días después. Aleksandr Litvinenko,

               el cabecilla en la conferencia de prensa, había trabajado para el directorio de
               contrainteligencia militar del KGB a finales de la década de 1980 y, luego,
               para  el  FSB  en  la  década  de  1990,  en  particular  en  terrorismo  y  crimen

               organizado. Nunca fue espía o agente encubierto, sino más bien investigador
               y encargado de cumplimiento. Al igual que Putin, era atlético, patriótico y leal
               a  los  servicios  secretos,  y  había  ascendido  al  rango  de  teniente  coronel,

               aunque para entonces Litvinenko se había desilusionado. Comenzaba a ver el
               FSB como una agencia corrupta, en especial la unidad creada en 1996 para
               combatir el crimen organizado, que era tristemente célebre por su impiadosa

               brutalidad y corrupción.[42] La línea entre servir al Estado, a los oligarcas y a
               la mafia se había vuelto cada vez más difusa, y Litvinenko la había cruzado.

               En 1994, le habían asignado investigar el intento de asesinato de Berezovski,
               que poco antes, al marcharse de su concesionario de coches en un Mercedes
               con  chofer,  había  sufrido  la  explosión  de  una  bomba  controlada  de  forma
               remota,  la  cual  cubrió  de  metralla  el  vehículo.  El  conductor  resultó

               decapitado,  pero  Berezovski  de  alguna  forma  sobrevivió.  Durante  la
               recolección  de  pruebas,  Litvinenko  quedó  cautivado  por  ese  magnate

               ambicioso, y pronto se incorporó al personal fijo de Berezovski como guardia
               de  seguridad  personal  y  consejero,  incluso  mientras  continuaba  prestando
               servicios en el FSB. Muchos oficiales, de magros jornales a menudo pagados
               con  mora,  se  encandilaban  con  los  hombres  de  dinero;  era  un  síntoma  del

               decaimiento  del  aparato  de  inteligencia.  Cuando,  en  el  invierno  de  1997,
               según  su  versión,  Litvinenko  recibió  la  orden  para  matar  a  Berezovski,  se
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