Page 157 - El nuevo zar
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negó y llevó a Berezovski todos los detalles del complot.

                    Litvinenko  comenzó  la  conferencia  de  prensa  leyendo  una  declaración,
               luego enfatizó que la corrupción que estaban revelando había ocurrido antes
               de la llegada de Putin al FSB, a fines de julio, y llamó a Putin a limpiar la

               agencia. «No deseamos comprometer al Servicio Federal de Seguridad —dijo
               Litvinenko—, sino purificarlo y fortalecerlo.»[43] No tenían otra prueba más
               que su testimonio, aunque dijeron lo contrario. «He intentado comunicarme

               con Vladímir Vladímirovich varias veces para presentarle todos estos datos,
               pero no tuvimos la oportunidad. Simplemente nos denegaron el acceso a él»,
               continuó.  Y  luego  apeló  directamente  a  Putin:  «Aprovecharé  esta

               oportunidad. Creo que mirará la grabación de esta conferencia, y yo le diría lo
               siguiente:  tengo  pruebas  de  que  sus  subalternos  lo  engañan.  Puedo
               proporcionar prueba documental. Si me llama a su oficina, le enseñaré estos

               materiales».

                    El alboroto subsiguiente dejó a Putin en una posición incómoda. No podía
               solo  desmentir  a  Berezovski,  que  decía  tener  aún  influencia  dentro  del

               Kremlin; al mismo tiempo, las acusaciones eran escandalosas y lo enfurecían.
               Putin  respondió  a  la  carta  de  Berezovski  con  una  propia,  enviada  al
               Komersant el día de la conferencia de prensa. «No nos asusta lavar los trapos

               sucios en público», disparaba, y dijo que se llevarían a cabo investigaciones
               internas respecto de las acusaciones. Oblicuamente, sin embargo, le advertía a
               Berezovski, «famoso por su devoción a los valores democráticos», que estaba

               corriendo un riesgo al interferir en los asuntos del FSB. Y advirtió que, si los
               alegatos  resultaban  falsos,  el  FSB  no  tendría  otro  remedio  que  demandarlo

               por calumnias: no solo a Berezovski, sino también al personal editorial del
               periódico  por  imprimir  su  carta.[44]  Putin  demostraba  ser  excesivamente
               intolerante con los detractores de su agencia y con el disenso interno.

                    A fin de mes, Putin discretamente citó a Litvinenko a su oficina, tal cual

               Litvinenko  había  solicitado  que  hiciera.  Litvinenko  llegó  con  muchos
               documentos  bajo  el  brazo,  incluido  un  cuadro  que  en  su  mente  vinculaba
               todos  los  nombres  y  los  crímenes  que  él  y  sus  colegas  habían  conocido.

               Litvinenko,  presuntuoso,  imaginaba  a  Putin  como  a  otro  teniente  coronel
               como él, «un operativnik de nivel intermedio puesto repentinamente a cargo
               de unos cientos de generales experimentados con todos sus intereses creados,

               conexiones y secretos».[45]  No  estaba  seguro  de  cómo  dirigirse  al  hombre
               que  ahora  dirigía  la  agencia  —«¿Camarada  coronel?»—,  pero  Putin  se  le
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