Page 153 - El nuevo zar
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Tres días antes del asesinato de Levin-Utkin, Rusia incumplió el pago de la
               mayor parte de sus deudas y devaluó el rublo, con lo cual barrió los ahorros
               de millones de inversores y ciudadanos corrientes. Rusia estaba al borde de un
               total  colapso  económico.  La  crisis  profundizó  la  agitación  política  que

               rodeaba a Yeltsin, lo cual parecía señalar el fin de su carrera política. El 21 de
               agosto,  la  Duma  pidió  su  dimisión.  Dos  días  después,  Yeltsin  despidió  a

               Kiriyenko a cambio. Había durado apenas cinco meses. Yeltsin luego designó
               como  primer  ministro  al  hombre  al  que  había  despedido  del  puesto  cinco
               meses  antes,  Víktor  Chernomirdin.  Yeltsin,  la  gran  esperanza  democrática
               para Rusia, claramente había perdido el norte. Las jugadas «audaces» de los

               que se declaraba partidario ahora parecían desesperadas. Cuatro días después,
               salió en la televisión para anunciar que no se presentaría para la reelección en

               2000 y, luego, prácticamente desapareció durante dos semanas, aunque hizo
               seis  breves  visitas  al  Kremlin  en  el  punto  álgido  del  pánico  político  y
               financiero del país. La Duma, como hizo con la designación de Kiriyenko,

               votó dos veces en contra del regreso de Chernomirdin, pero en esta ocasión
               Yeltsin ya no tenía poder para engañar, pues el Parlamento había preparado el
               pleito  para  su  destitución  y,  conforme  a  la  Constitución,  el  presidente  no

               podía  disolver  el  Parlamento  si  ya  había  sido  aprobado  un  artículo  de
               destitución.[33]

                    Era inminente una nueva confrontación —incluso había rumores sobre un

               golpe  de  Estado—,  alimentada  por  informes  de  que  unidades  militares
               cercanas a Moscú habían recibido órdenes de alerta roja. Los comunistas en la
               Duma  se  prepararon  para  una  repetición  del  asedio  de  1993;  de  hecho,
               parecían desafiar a Yeltsin a impartir la orden. Entonces, el 1 de septiembre,

               Putin salió en la televisión nacional para negar que el Kremlin pensara utilizar
               la  fuerza  para  dar  solución  a  un  conflicto  político.  Con  gravedad,  declaró

               durante sus dichos televisados que el FSB aseguraría los intereses del pueblo.
               «Aquellos que violan la Constitución e intentan minar el sistema estatal de
               Rusia  utilizando  métodos  inconstitucionales  y  la  fuerza  se  toparán  con  la

               adecuada resistencia pertinente —dijo—. Pueden estar seguros de eso.»[34]

                    Más  tarde,  cuando  un  miembro  comunista  del  Parlamento,  Albert
               Makáshov,  denunció  a  los  judíos  como  un  flagelo  que  debía  extirparse  del
               país,  Putin  anunció  que  se  había  iniciado  una  investigación  sobre  sus

               declaraciones,  aun  cuando  la  fiscalía  y  la  Duma  fueron  ambiguas.[35]  La
               controversia causó un revuelo en Moscú, con gente saliendo a la calle durante
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