Page 148 - El nuevo zar
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—Hola,  Volodia  —lo  recibió  Kiriyenko,  con  familiaridad.  Por  más  que
               Putin era joven, el primer ministro era una década menor—. ¡Felicidades!

                    —¿Por qué? —preguntó.

                    —El decreto ya se ha firmado —dijo Kiriyenko—. Has sido nombrado

               director del FSB.[18]

                    Putin adujo sorpresa, aunque un año antes había corrido en la prensa el
               rumor sobre la posibilidad de su nombramiento.[19] Incluso había conversado
               acerca de esa posibilidad con Liudmila tres meses antes, durante una caminata

               al atardecer en la dacha de Arjángeskoye, uno de los momentos cada vez más
               raros en que reservaba tiempo para ella. Putin le dijo que no quería regresar a

               la «vida cerrada» del mundo de la inteligencia, que pensó haber abandonado
               en 1991. «No tenía ganas de meterme dos veces en el mismo río», dijo.[20]

                    A  Liudmila  tampoco  le  encantaba  la  posibilidad.  Como  esposa  de  un

               político en ascenso designado en Moscú, vivía una vida mucho más abierta e
               interesante, viajaba con frecuencia a Alemania y a otros lugares, aunque en
               general  solo  con  las  niñas  y  no  toda  la  familia.  Disfrutando  de  su  nueva
               libertad, recordaba lo opresivo de las restricciones para una esposa del KGB:

               «No  vayas  ahí,  no  digas  eso.  Habla  con  esa  persona,  no  hables  con  esa
               persona».

                    Diligente como siempre, sin embargo, Putin no rechazó el nombramiento.

               Llamó  por  teléfono  a  Liudmila  con  la  noticia  mientras  ella  pasaba  unas
               vacaciones con las niñas en la costa báltica.

                    «Ten cuidado allí —le dijo—, porque me han mandado de vuelta al lugar

               donde empecé.»

                    Liudmila  estaba  confundida.  Pensó  que  había  regresado  a  la  oficina  de
               Borodín, que de alguna forma lo habían degradado en medio de la agitación

               que por entonces turbaba al país.

                    «He vuelto al lugar donde empecé», repitió él.

                    Tuvo que decirlo una tercera vez para que ella lo entendiera. Y ella tuvo

               que esperar a volver a Moscú para descubrir qué había sucedido exactamente
               para que él regresara al organismo sucesor del KGB. «Me nombraron y ya
               está», le contó él, y ella no hizo más preguntas.[21]
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