Page 150 - El nuevo zar
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director del FSB en su dacha de Gorki, en las afueras de Moscú, para discutir
               el puesto. Yeltsin quería que Putin «despolitizara un poco el servicio» y que
               restableciera su prestigio y autoridad, algo que les provocaría escalofríos en la
               espalda a los disidentes, para quienes Lubianka seguía siendo una fuente de

               miedo. Yeltsin propuso que Putin regresara al servicio de inteligencia activo,
               con un ascenso al rango de general. Sin embargo, Putin se negó, recordando

               su dimisión durante el golpe de Estado de agosto de 1991. También le reveló
               a  Yeltsin  que,  en  los  siete  años  transcurridos  desde  entonces,  había
               permanecido en reserva mientras el KGB se convertía en el FSB. «Soy un
               civil  —le  dijo  Putin  a  Yeltsin—.  Es  importante  que  un  ministerio  tan

               poderoso esté dirigido por un civil.»[25] Y así se convirtió en el primer civil
               en dirigir el FSB… y el último.[26]

                    Putin se mudó a una oficina ascéticamente decorada en el tercer piso de

               Lubianka. No se mudó a la antigua oficina ejecutiva que habían ocupado los
               jefes de la inteligencia soviética, desde Lavrenti Beria hasta Yuri Andrópov.

               La  convirtió  en  un  museo  que  algunos  consideraban  un  santuario.  En  su
               escritorio colocó una estatua de bronce de Félix «de Hierro» Dzeryinski, el
               fundador de la policía secreta soviética en 1917.[27]

                    Como  el  leal  servidor  que  siempre  había  sido,  Putin  llevó  a  cabo  las

               instrucciones  de  Yeltsin  para  reorganizar  la  agencia  y  reducir  el  personal
               central, una tarea que se volvió aún más urgente a medida que las aflicciones
               de  la  economía  y  el  presupuesto  del  país  se  hacían  más  angustiosos.

               Finalmente, redujo un tercio de la cantidad de oficiales en Lubianka, de seis
               mil a cuatro mil, lo que le costó un considerable descontento entre aquellos en

               las  filas  que  consideraron  que  la  purga  de  Putin  estaba  motivada  por  la
               política de Yeltsin. También abolió departamentos que consideraba obsoletos
               y  creó  nuevos  para  tratar  las  amenazas  de  seguridad  más  urgentes.  En  los
               departamentos  nuevos  se  supervisaba  la  inteligencia  en  las  regiones,  con

               especial  foco  en  las  candentes  zonas  musulmanas,  como  Chechenia;  la
               seguridad informática y las telecomunicaciones; y, ominosamente, la defensa

               de  la  Constitución,  una  tarea  que  recordaba  a  la  del  Quinto  Directorio
               Principal,  la  agencia  del  KGB  que  cazaba  disidentes  en  los  tiempos
               soviéticos.  Como  había  hecho  desde  que  llegara  a  Moscú  dos  años  antes,
               Putin recurrió a los tenientes en quienes podía confiar, los hombres que había

               conocido en sus días en el KGB en San Petersburgo. Aleksandr Grigóriev,
               Víktor  Cherkésov  y  Serguéi  Ivanov,  todos  generales  en  servicio  activo,
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